Volvía a casa a mediodía cuando
en mitad de la carretera estaba soleándose un lagarto verde precioso de cola
larga. Como la zona es vía urbana y residencial, no iba muy rápido y, sin
embargo, me costó trabajo esquivarlo. Lucía increíblemente bello y elegante con
sus colores chillones sobre el gris del asfalto. Temí atropellarlo y destrozar
su belleza. Sentí que era yo la que estaba invadiendo su territorio y no al
revés, puesto que las construcciones han ido arrinconando las dunas y los
pinares. No se le pueden poner puertas al campo, dice el refrán, y creo que
dice bien. La intervención del hombre sobre el entorno es siempre artificial y,
por tanto, una agresión. Evidentemente no estoy en contra del progreso, pero sí
de esa prepotencia pretendidamente humana que da por hecho que somos dueños y
señores del planeta y que, por tanto, es lícito que lo utilicemos a nuestro
antojo. Cada vez que ese uso se hace sin cabeza, la naturaleza recuerda que
ella es la que manda y devuelve en forma de catástrofe un recordatorio del
cauce que tenía un río, del movimiento natural de las tierras en una ladera a
la que se le ha ido comiendo uno de sus lados…
Oigo con espanto predicciones sobre el futuro en las que se dice, por
ejemplo, que el hombre deberá buscar otros planetas para sobrevivir porque en
unos años este mundo ya no será habitable. ¿Cómo se puede permitir tal
inconsciencia? ¿Cómo es posible que veamos como factibles opciones
estrafalarias más propias de una película de ciencia ficción? Estamos a tiempo.
No puedo entender que el mundo no reaccione, que los votantes americanos no se
echen sobre su presidente para exigirle compromisos con el medio ambiente, que
se siga negando el cambio climático, que no se protejan las selvas cuando
sabemos que son el pulmón de todos, que no se apueste por las energías limpias…
Qué insensible es el ser humano, qué pretencioso y arrogante. Construye
terrarios para encerrar a los “bichos” o
incluso se los lleva a casa por capricho, antes de permitir que exista un
entorno natural en el que puedan seguir viviendo libres. Qué falta de respeto.
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