Las lluvias continuas de estos días me llevaron a pasar uno de los sábados más aburridos que recuerdo en mucho tiempo. Acostumbrados como estamos a vivir en un país de luz, cuando esta falta en las postrimerías del invierno, se produce un cierto desasosiego que solo la salida del sol puede calmar. Ya sé que esta influencia del sol en nuestro cuerpo y ánimo está suficientemente reconocida pero, entre tanta grisura, me dio por reflexionar sobre cómo la luz y el color iluminan y realzan instantáneamente lo que se mira. Hay algo en el ser humano que nos inclina a la belleza. “Si quitaseis de nuestros corazones el amor a lo bello, nos quitaríais el encanto de vivir”, decía Rousseau. No todos somos sensibles de igual manera a esta percepción, como no todos tenemos desarrolladas las mismas inteligencias tampoco, pero creo que con la suficiente dosis de ética y de estética, el ser humano ya merecería ese nombre. Y, sin embargo, se me hace muy evidente que demasiada gente vive al margen de la estética y que muchos de ellos, no se rigen tampoco por ningún tipo de ética. Las sociedades, sus modas y costumbres, están en continua transformación, pero en la formación de una persona siempre debe haber una ética por la que guiarse. Digo esto porque me apena encontrar multitud de declaraciones y comportamientos que no parecen regirse por otra norma que la desconfianza, gente sin ética personal, propensa a creer que el otro tampoco la tiene y que actúa movida únicamente por “sacar tajada”. Y, sin embargo, creo que somos muchos los que tenemos una tendencia bien arraigada a hacer lo correcto. En una interesantísima conversación en la Universidad de Jaén entre el escritor Antonio Muñoz Molina y Antonio Caño Barranco, director de EL PAÍS, se habló del sentido de la integridad. Educados ambos jiennenses en esa rectitud que marcaba que las cosas había que hacerlas bien, incluso aunque no estén bien pagadas, defendían la honestidad como un valor incuestionable. Hoy me gustaría aprovechar este espacio para reivindicar estos valores, integridad, honestidad, pundonor y a todos los que, en un mundo de desmesura, siguen rigiendo su vida con ética.
sábado, 24 de marzo de 2018
sábado, 10 de marzo de 2018
Basura
Después de la borrasca de estos
días, mucha gente venía alertando sobre la cantidad de basura que estaba
dejando el mar al retirarse. Basura que, salvo en los casos en que había sido
el propio mar el que la generara al azotar chiringuitos y espigones sin piedad,
nosotros mismos habíamos producido. Esto provocó un llamamiento en las redes
sociales para que el domingo por la mañana se acercaran voluntarios a la playa
de Santa Catalina, en concreto a las Redes, para aprovechar la marea baja y
recoger de forma altruista lo que se pudiera. Esta iniciativa, privada,
pretendía hacer una batida para evitar que esos pequeños residuos acabaran en
el mar. El gesto puede parecer pequeño, ingenuo o interesado, simbólico, no sé,
se me ocurren muchos enfoques, pero confieso que nunca se me habría ocurrido
adelantar algunos de los comentarios que provocó en las redes sociales. Hubo
indignación por entender que la labor correspondía al Ayuntamiento; por
considerar que, habiendo tanto paro, habría que pagar a gente sin trabajo para
esta labor; por tener que aportar guantes y bolsas de basura, además; por haber
elegido Las Redes, por qué no La Puntilla, que “vallan los pijos que son los
que mas ban”… y así hasta que, tan descorazonada lectura, acabó dejándome en
otro mar, ahora de perplejidad ¿Por qué estamos tan enfadados? Está claro que
el acto era un llamamiento para mirar por nuestro entorno, que se hacía de buen
rollo, que no discriminaba a nadie, que aclaraba que ojalá acudiera gente suficiente
como para abarcar todas las playas, pero que por algún sitio había que empezar...
Entonces, ¿por qué polemizar? ¿Es odio social o solo la moda de provocar tan
común en las redes sociales? No acabo de entenderlo. Al criticar todo, se corre
el peligro de que la acción quede solo en la queja mientras el denunciante se
vuelve al sofá a seguir esperando que las cosas se solucionen. No creo que
criticar al poder sin más sea un camino, me parece que a veces los gestos
también ayudan: señalan el problema, cumplen una labor educativa y
concienciadora, se convierten en un símbolo…
Finalmente a Las Redes acudió bastante
gente (no sé si pijos) con bolsas de basura propias y ganas de colaborar.
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