sábado, 16 de octubre de 2021

David contra Goliat

Escribo al final de una de esas semanas que se estiran como un chicle. Ocio y trabajo de la mano mientras se apura la sensación de verano antes de que el cambio de horario cercene las tardes. El puente del Pilar, con cifras de contagios muy a la baja, ha resultado tentador. Por fin, nos hemos decidido a escapar. Pasar un par de días en Madrid ha sido reconstituyente, una prueba de fuego, un atisbo de vuelta a la normalidad. Inevitable pensar en el puente de Andalucía de 2020, cuando también estuvimos allí en el último viaje antes del confinamiento, con mascarillas que empezaban a asomar igual que nuestro desconcierto. Cuesta volver a confiar, atravesar calles abarrotadas de gente; tomar una cerveza de interior rodeados de grupos que hablan, beben, ríen; compartir brazo de butaca con un desconocido en teatros sin reducción de aforo; hacer planes; visitar una exposición en El Matadero; disfrutar en el Mercado de motores con las propuestas ecológicas, naturales y sostenibles. Hablamos allí con los productores. Nos encantó el encuentro con una de las 5 mujeres detrás de Muuhlloa, el laboratorio gallego de cosmética que apuesta por una red de empresas apoyadas en la materia prima y las factorías del entorno. Imposible no compartir su pasión, su valentía, su filosofía de vida. Admirable la fortaleza con la que buscaron alternativas cuando Fenosa les dijo que no les llevaban la electricidad si no se iban a un polígono. ¿A un polígono? Trataban de luchar contra la España abandonada, de apostar por los negocios de cercanía. ¡Con qué ilusión nos mostraba las fotografías de la preciosa granja sumergida en el paisaje gallego!

De vuelta a casa, el optimismo nos acompaña con cifras de contagios cada vez más bajas (¿servirán para callar a los negacionistas?). Respaldados por ellas, nos sumaremos a las propuestas locales. Hoy sábado, comida solidaria de Amal Esperanza en el patio del Matadero viejo; mañana domingo, Marcha Rosa en Los Toruños y Mercado artesano y agroalimentario de productores de la comarca. Todas ellas apuestas valientes, idealistas, de anónimos David contra monstruosos Goliat. Feliz disfrute arropados por la preciosa y cálida luz de otoño.

sábado, 2 de octubre de 2021

Sin contención

 

Animales de costumbres. He oído muchas veces esta expresión, aunque no siempre he tenido conciencia de hasta qué punto es cierta. La rutina hace más fácil el trabajo, el ejercicio físico, el estudio. Hasta aquí todo bien, lo que no esperaba es que la repetición de rutinas, la ausencia de estímulos consiguieran también dejar de lado lo que apasiona y conmueve. Hemos estado año y medio aletargados, nos acostumbramos a una vida de bocas tapadas en la que, si no se asumían riesgos, se podía acabar aislado, alejado del contacto físico, un flotar sin más. Hemos acallado miedos y deseos. De golpe nos desprendimos de la calle y los encuentros, de los viajes, de la diversión de hacer planes. Cuando se volvió a entreabrir la puerta, asumimos que la espontaneidad estaba descartada, que se podían hacer poquitas cosas y estas bajo control extremo. Aprendimos a reservar para todo, a contar cuánta gente había en una tienda antes de entrar, a hacer colas en la acera, incluso a pleno sol. Nos acostumbramos a prescindir del tacto, a huir de las muchedumbres, a salir poco.

Ahora se empieza a hablar de normalidad, de acabar con los límites de aforos y horarios. Cuesta creérselo. El hábito ha hecho mella y sigue hablando de prudencia, de contención de “y si...”. El mismo acto de quitarnos la mascarilla en algunos ambientes nos vuelve a dejar desnudos, probablemente ya no somos los de antes. Se ha perdido tanto...

La noche del miércoles estuvimos en el centro en una Jam session. Confieso que me lo pensé un poco antes de ir a un local cerrado, y encima entre semana. Pero estar entre amigos bebiendo una cerveza y escuchando buena música fue tan novedoso, nos trajo una alegría tan inesperada, que casi no nos atrevimos a creer en ella. Se abre un claro, puede que sea solo un paréntesis, quién sabe, pero la música trajo la esperanza, el deseo vivo después de tanto letargo, las ganas de tirar abajo la puerta de tanta contención.