martes, 19 de marzo de 2024

Metamorfosis

 

En esta época del año, abrir la ventana cada mañana supone una sorpresa. La primavera entra a saco. Es un espectáculo observar la transformación que provoca. “Cambia, todo cambia”, cantaba Mercedes Sosa. Así, es también evidente que el tiempo nos cambia a todos, pero parece lógico pensar que haya una forma de ser o de sentir que permanezca más o menos intacta. El transcurrir del tiempo, esa creación humana, significa un transitar por la vida en la que nos tropezamos con multitud de personas, vivencias, éxitos y fracasos. Creo que la manera de enfrentarse a ellos y las consecuencias que se deriven de ese enfrentamiento son las que pueden hacer mella en la persona.

Por otra parte, crecer exige una adaptación. Cambia el cuerpo, se renuevan las células, pero también la forma de pensar y de vivir debe ir amoldándose a la transformación. Quedarse atrás, sufrir excesivamente por la infancia o la juventud perdida, conlleva un coste personal y social. Personal porque si vivimos el resto de nuestra vida como un exilio de la infancia, seremos incapaces de reconocer todo lo interesante que pueda ofrecer cada etapa. Social porque nadie quiere tener que soportar las consecuencias de relacionarse con alguien con complejo de Peter Pan. Todos conocemos a gente así, niños grandes que pretenden seguir viviendo como adolescentes; caprichosos, ajenos al sentido de la responsabilidad, incapaces de medir las consecuencias de sus actos por el resto de sus días. Hacen gracia un rato, luego solo apetece poner distancia de por medio.

Y es que, por mucho que duela, es patético anclarse al pasado, no es heroico ni sano ni tiene ningún sentido. No podemos cambiar la realidad, de modo que lo más inteligente es vivirla como una metamorfosis, tratar de no perder la esencia entendiendo que lo fascinante es justamente el desafío de la vida con sus cambios, su dolor, pero también sus oportunidades.

La otra postura, dejar que la indiferencia, como decía Cernuda, marque nuestro vivir es rechazar la posibilidad de madurar y, con ella, una parte importante de nuestra existencia. Difícil en una época teñida de edadismo, pero absolutamente necesario si se busca la felicidad.

sábado, 2 de marzo de 2024

 

Me topé hace poco con un vídeo en el que el actor Asier Etxeandía recitaba con mucha fuerza el poema “Distinto”, de Juan Ramón Jiménez. “Lo querían matar/ los iguales/ porque era distinto” dice el comienzo de un texto que acaba con este ofrecimiento: ”lo que seas, que eres/ distinto/ (monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre): si te descubren los iguales,/ huye a mí,/ ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.” Me sentí impactada. Las palabras escritas hace casi cien años encajaban a la perfección con la personalidad no solo del actor vasco, sino con la situación de multitud de personas que todavía sufren por ser distintas. El arte, en general, ha sido refugio de infinidad de seres atormentados por no encajar. “Aparte, como naipe cuya baraja se ha perdido”, escribía también Luis Cernuda, otro poeta sensible y particular, distinto.

En el fondo ese acierto para trasladar a unos versos un sentimiento con el que cualquiera puede identificarse es lo que hace “clásico” a un autor. Por desgracia, cualquier edad es válida para entender el poema, es fácil haberse topado con una situación, aunque sea aislada, en la que se ha padecido por no encontrar iguales; sin embargo, para asumir la diferencia y vivirla como un beneficio, para sacar pecho de esa diferencia, creo que hace falta haber alcanzado cierta edad y haber superado ciertas experiencias vitales. Solo así se puede asumir la condición de ser distinto. Y es que nos han hecho creer que existe una normalidad, un patrón al que hay que amoldarse para triunfar socialmente (signifique eso lo que signifique). Solo más tarde se comprende que ser anómalo es también abrazar la libertad, renunciar a reglas impuestas por otros que pueden llegar a anularnos.

Pero hay esperanza. Al mismo tiempo que me encuentro a diario con jóvenes que sufren la diferencia, empieza a ser habitual encontrar a muchos otros que la asumen y hacen de ella su bandera; que no aspiran a encajar ni entienden de moldes sino que se sienten cómodos inventando nuevas formas de expresión. Y espero que esta nueva actitud se expanda porque solo así se conseguirá mejorar la deteriorada salud mental de las nuevas generaciones.

sábado, 17 de febrero de 2024

Alternativas

Este 14 de febrero, fecha que no tengo por costumbre celebrar, me preguntaba si entre la juventud actual pervivía esa idea pseudorromántica de celebrar el día de los enamorados. Por una parte me inclino a pensar que no, pero por otra, veo que la publicidad sigue apostando fuerte por esta idea y no suele disparar en vano. Sea como sea, me alegra constatar que las actitudes son variadas, que se alejan de la uniformidad que había hasta hace poco. Si la fecha es una excusa para celebrar el éxito de una relación, perfecto, y si no la hay, pues no veo que eso provoque una depresión como reflejaban las películas americanas hasta no hace mucho, en las que la chica, si no tenía con quién celebrar San Valentín, sentía que su vida estaba vacía.
Y es que venimos de una larga tradición en la que el patrón por el que se medían las relaciones era único. Pareja heterosexual en la que él corteja y asedia hasta conquistar. (El tufillo bélico del vocabulario no era, por cierto, casual). Luego, rendida la plaza, ya no se sabía qué cabía esperar. Así, durante generaciones, la mayoría de las chicas han aspirado a que un chico apareciera en sus vidas para rescatarlas, realizarlas, darles sentido... Es el cuento ya felizmente obsoleto de la princesa que es rescatada por el príncipe azul.
Bueno, no sé si tan obsoleto porque compruebo que gran parte del cine comercial sigue reproduciendo esos papeles. Pero de lo que sí estoy segura es de que el patrón ya no es único. Quiero pensar que las nuevas generaciones son más libres, que las chicas ahora se rescatan a sí mismas y que los chicos ya no sienten la presión de tener que ser el elemento fuerte que sostiene y salva.
La idea del amor se ha hecho más amplia y cabe casi todo. El reto es que continúe por ese camino sin caer en el extremo contrario, es decir, que no pasemos de ser educados por las edulcoradas producciones clásicas de Disney como Blancanieves o La bella durmiente a ser deseducados por ese acceso fácil y gratuito a la pornografía que ahora tanto nos preocupa. Habrá que seguir pendientes.


sábado, 3 de febrero de 2024

Intereses y apatía

 


Es un lugar común pensar que jóvenes y adolescentes tienen menos interés e inquietud que las generaciones anteriores. Ahora no se le llama pasotismo sino apatía, pero la queja es la misma. No sabemos cómo incentivar y conseguir atraer su atención. Sin embargo, es obvio que esta percepción no puede ser cierta puesto que, inevitablemente, cada generación, cuando se hace adulta, sigue teniendo esa misma opinión sobre quienes vienen detrás. Está claro que el salto generacional es el culpable de la valoración negativa. Se olvida que es una etapa de transformaciones en la que cambian las prioridades, los cuerpos, los hábitos... cobran especial interés las relaciones sociales y a la mayoría les cuesta aceptarse en relación al resto.

Hoy hablaba con mis grupos de Bachillerato sobre qué tema escoger para practicar la escritura de un texto argumentativo (vale 2 puntos en la temida “selectividad”) y me pedían no tener que desarrollar nada relacionado con el machismo ni los móviles ni la ecología ni el cambio climático… Y, sin embargo, con distintas variaciones, son los temas sociales que salen una y otra vez porque imaginamos que son temas actuales que les interesan, de los que conocen algo y ante los cuales han adoptado una postura. Pero les aburren, les parecen gastados. Creo que lo más sorprendente es que los consideran temas políticos. Una vez más habría que hacer autocrítica y preguntarse por qué la igualdad de género o la ecología, fundamentales para el desarrollo del ser humano, se perciben como posturas políticas. O se consigue que la igualdad sea una aspiración general y deseable para hombres y mujeres o no se avanzará demasiado. Y si la aspiración de un mundo sostenible no es una meta común, sabemos que el planeta se convertirá en un lugar cada vez más inhóspito para sus habitantes.

Ahora el reto es tratar de averiguar qué interesa y preocupa de verdad en estas edades ¿un buen rendimiento académico, una buena imagen corporal, no ser rechazados por sus iguales, crisis existenciales, relaciones de pareja, la relación con la familia...?

No creo en la apatía, sé que disimulan. Algo les tiene que importar de verdad. Por ahora, les sigo preguntando.

sábado, 20 de enero de 2024

Enero

 

A mí, que siempre me gusta recuperar la rutina, confieso que enero me cuesta un poco. Los días de frío se instalan aprovechando las vacaciones y el instituto a la vuelta se presenta inhóspito, helado. Cuesta echarlo a andar en unos días en que sus habitantes andan con la cabeza en otro sitio, asimilando la resaca de tanta reunión, tanta salida, tanta cabalgata, tantos regalos, luces, ruido…

Las noticias no ayudan. Comprobar que continúan los conflictos armados; la campaña americana estadounidense con Donald Trump aprovechando los juicios contra él para presentarse como víctima de una conspiración; la sorpresa de que haciéndolo cada vez consigue más votos a su favor; el anuncio de la necesidad de crear una app capaz de impedir a los menores el acceso a la pornografía una vez que se ha hecho patente que se deseducan en ella incluso niños menores de 12 años; la constatación de que ahí está en parte la causa del aumento del número de agresiones sexuales en adolescentes; la humedad pringosa de esta época del año... Podría seguir para encontrar el origen de la necesidad de recogerme que me asalta estos días. La comparto porque no es una sensación solo personal, sino que encuentro en mi entorno a muchas personas que me manifiestan esta misma especie de desidia, de globo que se deshincha y es difícil volver a inflar. No es mi caso, pero encuentro que es bastante común haber puesto demasiadas expectativas en las fiestas pasadas, en el año nuevo, en la lotería…

Quizás todo este cúmulo de circunstancias hace difícil la vuelta a la normalidad donde todo sigue (felizmente por otra parte) más o menos como se dejó, pero ahora se enfrenta con menos ganas.

Tal vez es necesario dar entrada sin sentimiento de culpa a este estado que se asienta de vez en cuando y que exige una parada, un poco de inactividad antes de volver a conectar con las exigencias e incluso con el disfrute. Yo encuentro estos días un placer especial en calentar una habitación y recogerme en ella con mi música, mi puzle, mis lecturas…

Después de todo, por estos lares enseguida estará de nuevo la primavera llamando a la puerta.

sábado, 23 de diciembre de 2023

Refugios

 

Empecé a escribir esta columna y la dejé. Estaba un poco apagada, apabullada por estos días que tienen bastante de exceso, por encima incluso del exceso que acarrean normalmente estas fechas. El preludio de la Navidad empieza a sonar demasiado pronto, llego extenuada, desgastada en los previos. Publicidad, compras, comidas de empresas por todas partes, aglomeraciones, promesas en forma de lotería... Demasiados estímulos. Exceso de luz, de guirnaldas, de rojo y dorado en cada esquina. Me aturde un poco esta forma externa de festejar, me distancio y me veo a mí misma un poco rara, arisca incluso por no compartir el entusiasmo de quienes se desplazan, por ejemplo, para ver la iluminación navideña con la que nos regalan los ayuntamientos, desbocados en una competición de quién ilumina más y mejor.

Pero hoy hace un día tan limpio y luminoso que me recoloco sabiendo que hay una manera personal de vivir las fiestas. Me sitúo y conforto pensando en ella, a pesar de lo difícil que es a veces refugiarse del ruido externo, de las noticias dolorosas de un mundo cruel. Así que he retomado el texto, la última columna del año, y la he desviado del mensaje cenizo que contenía para acabar con este otro que espero que llegue cargado con todos mis deseos de paz y esperanza para el futuro. Es verdad que el mundo no va tan bien como desearíamos, pero también lo es que en nuestro entorno, podemos tener un reducto donde sentirnos felices y a salvo. Ojalá podamos ampliar ese refugio y gozar plenamente de él.

domingo, 10 de diciembre de 2023

Necedades

 

Si tuviéramos tiempo, si nos apeteciera, si nos paráramos un poco a reflexionar, si quisiéramos buscar un mundo más coherente, si de verdad creyéramos en el amor (y nombro este sentimiento a las puertas de la época más sensiblera del año), nos daríamos cuenta de que últimamente el consumismo y las mentiras son los dos grandes males que dominan el mundo. Y están relacionados, claro.

La tentación de manipular en lugar de persuadir no es nueva, pero ahora el relato que presente unos valores con la intención de persuadir está siendo sustituido por la manipulación, la difusión de falsedades y mentiras por la sencilla razón de que nunca fue tan fácil. La tendencia a sustituir la información por el titular o el mini-video, que deja fuera cualquier posibilidad de profundización, sumado a los círculos cerrados de las redes sociales que repelen cualquier pensamiento divergente o crítico con el propio, más el manejo de estas mismas redes para crear contenido falso que más tarde nadie se preocupará por aclarar, conforman un “cocktail” peligroso. Y se usa no solo en política, sino también con fines comerciales, lo que nos lleva al segundo mal, el consumismo exacerbado.

Mientras los científicos advierten de las terribles consecuencias del cambio climático para nuestra supervivencia como especie, las grandes empresas buscan la manera de blanquear ese consumo, así que en paralelo a las agresivas campañas publicitarias (black friday, navidad, rebajas…) utilizan la ecología como un reclamo que no tiene otra finalidad que acallar la conciencia del consumidor. Contenedores de ropa usada en las tiendas que luego acaba en contaminantes basureros del tercer mundo; bolsas de plástico aparentemente biodegradables que no garantizan su degradación; comida “para llevar” en recipientes de cartón no reciclables puesto que, para que el cartón no se empape, está recubierto de una película de plástico… Es el ecoblanqueo, una nueva mentira que nos impide enfrentarnos a la realidad de la crisis medioambiental en la que ya estamos inmersos.

No sé si saldremos de esta, mi confianza en la educación y la ciencia se tambalea a veces, pero ¿y si ponemos de moda la búsqueda de la verdad y la coherencia?