No
es la primera vez que en un concierto flamenco por la mañana escucho
al cantaor excusarse y pedir un poco de paciencia porque a esas horas
del día cuesta más “encontrarse”. Me encanta la
expresividad de nuestro idioma, tan proclive
a adquirir matices metafóricos. Y me
asombra la capacidad del mundo del flamenco para hacerlo con esa
aparente facilidad. Más allá de los
melismas, del cante de alante y cante de
atrás, la caída, el remate, los machos… que
más bien podríamos llamar tecnicismos, la expresión “no
encontrarse” me fascina por su precisión y viveza. Tanto que creo
que podría adoptarla.
No
solo hay que encontrarse para cantar flamenco, hay que encontrarse
para todo. No todos los días y a todas horas estamos igual de
expansivos en la vida social; o estamos igual de resolutivos en el
trabajo; o tenemos la misma disposición para hacer deporte. Yo hay
días que voy a nadar y no me encuentro hasta los veinte largos. O
salgo de celebración y no me encuentro en las conversaciones
sociales o intento bailar y no me encuentro. Incluso dando clase, hay
días que todo fluye y otros que me tropiezo yo
sola y no acabo de
ver el modo de allanar el camino del
aprendizaje para mi alumnado. ¿Es esto encontrarse? Yo creo que sí.
De hecho, no me encontraba cuando me he puesto a escribir, pero las
ganas de compartir esta sensación, este matiz en el verbo encontrar
que me ayuda un poco más a entenderme a mí misma, me han empujado
a sacar adelante esta columna.
Así
que, en vísperas de estas fiestas navideñas, además de salud, me
gustaría desearles que se encuentren con facilidad para
que puedan disfrutar de la familia, las
conversaciones, los cocinados, los trajines de estos días…; que
no se abandonen a los peligros de la nostalgia y las ausencias: que
la entrada en el Año Nuevo no les pille con el pie cambiado. En
definitiva, les deseo que todo fluya y
puedan encontrarse a tiempo para disfrutar de lo que quiera que estas
fechas nos deparen.