Además, si solo hablo de Feria, dejaré que se me escape sin registrar la magia del sábado anterior cuando, sin saber muy bien qué me encontraría, fui al Melwaukee a la presentación de un libro de poesía. Éxito Stelaris es un viaje en la ciudad (sanitaria) en palabras de su autora; una joya única en la opinión de quienes tuvimos la suerte de reunirnos allí cuando Marta Vicente Antolín salió al escenario con su poemario en la mano y empezó a jugar con nosotros. Desde que elevó ligeramente la mano derecha y su voz exacta y juvenil apenas susurró … me llamo Marta, estudio medicina, / tengo veintitrés años/ y eso da igual porque: /el culmen de mi vida ya pasó; Me llamo Clara, (…) tuve también todos los años anteriores; ...me llamo Jose... nos paralizó y nos hizo creer que existen mundos dulces/ y eso es suficiente solo porque ella lo decía. Muy pocas veces he disfrutado tanto de una presentación ni he comulgado de una forma tan unánime con el resto de asistentes a un hecho artístico. Todos entregados, todos en silencio sin querer romper el hechizo. Una semana más tarde sigo sin explicarme cómo alguien tan joven puede tener ese dominio del ritmo, de los tiempos, de las miradas, de la sonrisa; cómo lo hace para conseguir esa profundidad en la que nos hundimos y de la que nos costó salir a flote para seguir con la tarde y los saludos. Qué grande Marta, que quiere un dibujo azul con trece trazos/ y que en uno mi madre me sostenga/ y que en otro mi padre me sonría. Gracias, Marta.
Y enhorabuena a los portuenses. Estamos otra vez de Feria, y no era fácil.