viernes, 27 de mayo de 2022

Versos


 Al escribir esta columna pensaba hablar de la Feria (¿De qué si no? ¿En qué otra cosa podrían estar pensando los portuenses después de tanto miedo, tanto dolor, tanta espera, tanta incertidumbre antes de este caluroso, esperado y alegre sábado de feria?) Sin embargo temo empachar, temo repetirme, temo no saber imaginar lo que era hablar y gritar con una copa en la mano en casetas rebosantes de gente que suda, baila y ríe sin mascarillas ni miedo a los abrazos, entregados a la eternidad en que nos mecemos cuando estamos de fiesta entre amigos y queremos olvidarnos de todo más allá del momento exacto en que existimos.

Además, si solo hablo de Feria, dejaré que se me escape sin registrar la magia del sábado anterior cuando, sin saber muy bien qué me encontraría, fui al Melwaukee a la presentación de un libro de poesía. Éxito Stelaris es un viaje en la ciudad (sanitaria) en palabras de su autora; una joya única en la opinión de quienes tuvimos la suerte de reunirnos allí cuando Marta Vicente Antolín salió al escenario con su poemario en la mano y empezó a jugar con nosotros. Desde que elevó ligeramente la mano derecha y su voz exacta y juvenil apenas susurró … me llamo Marta, estudio medicina, / tengo veintitrés años/ y eso da igual porque: /el culmen de mi vida ya pasó; Me llamo Clara, (…) tuve también todos los años anteriores; ...me llamo Jose... nos paralizó y nos hizo creer que existen mundos dulces/ y eso es suficiente solo porque ella lo decía. Muy pocas veces he disfrutado tanto de una presentación ni he comulgado de una forma tan unánime con el resto de asistentes a un hecho artístico. Todos entregados, todos en silencio sin querer romper el hechizo. Una semana más tarde sigo sin explicarme cómo alguien tan joven puede tener ese dominio del ritmo, de los tiempos, de las miradas, de la sonrisa; cómo lo hace para conseguir esa profundidad en la que nos hundimos y de la que nos costó salir a flote para seguir con la tarde y los saludos. Qué grande Marta, que quiere un dibujo azul con trece trazos/ y que en uno mi madre me sostenga/ y que en otro mi padre me sonría. Gracias, Marta.

Y enhorabuena a los portuenses. Estamos otra vez de Feria, y no era fácil.


sábado, 14 de mayo de 2022

Dinamizadores

 

Cualquier trabajo o tarea se puede resolver sin más o se puede hacer muy bien. Este último parece haber sido el enfoque del Festival Internacional de Cortometrajes, TEJADAFILM, que tuvo su momento culmen el martes pasado en la Gala de entrega de premios en el Teatro Municipal P. Muñoz Seca.

 Les cuento, el IES Tejada está llevando a cabo un Proyecto Erasmus+ KA229, “ONE, DEUX, TRES: ACTION!” con un centro de Macedonia del Norte. Nadie que no haya estado en contacto con alguno de estos programas puede imaginar la cantidad de papeleo y trámites que genera, del estrés de plazos, entregas de proyectos, presupuestos, programas, justificaciones… Por eso se necesita un grupo de profesores ilusionado que no se contente con cumplir, sino que quiera hacer su trabajo de la forma más profesional y completa posible. Y el Tejada lo ha conseguido una vez más. Apoyados y asesorados por la Asociación Cultural SHORTY WEEK, es decir, por Sergio y Mikel, otros dos grandes profesionales que tampoco saben hacer las cosas de otro modo que no sea hacerlas bien, montaron este Festival en el que nada quedó en manos de la improvisación: la difusión, la redacción de las bases, la elección del jurado, la recepción y visualización de los más de 50 cortos… y por último la Gala a la altura de cualquier acto televisivo y mucho más dinámica que algunas entregas de premios de primer nivel que no vienen al caso. Conseguido el apoyo del Ayuntamiento, el teatro Municipal, casi lleno de adolescentes, vivió hora y media trepidante guiada por la presentación bilingüe y llena de frescura de la actriz Sonia Serrano y la colaboración musical de Julia González y Julio Gómez. Se disfrutaron cortos hechos por y para adolescentes, llegados de Galicia, La Rioja, Zaragoza, Macedonia… Todos ellos sorprendentes por la calidad de su imagen, música, montaje, guion… Ideas originales, divertidas, poéticas, dramáticas, sociales, imaginativas.

 ¡Qué gozada asistir a este encuentro y qué inspirador para nuestros adolescentes! Esta es la verdadera labor educativa, la que no se conforma con lo correcto, sino que se convierte en fuerza cultural dinamizadora. Gracias por abrir puertas y mostrar caminos.

jueves, 12 de mayo de 2022

Desaprender

Aprender no siempre es fácil. Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia cuesta bastante. Se necesita concentración, atención, tiempo, interés... Evidentemente no hablo de memorieta sin más, es decir, guardar unos datos por un tiempo, habiéndolos entendido o no. Me refiero a asimilar, a hacerse con algo hasta saberlo propio; a agarrar, matiz que se aprecia en apprehendere, la etimología latina de la palabra.

Se necesitan años para aprender a tocar un instrumento musical, dominar un deporte, escribir bien, hablar un idioma, cocinar, enseñar, curar, coser... Puede que ese esfuerzo de construcción lento y complejo sea lo que mantenga a salvo el conocimiento adquirido. No se puede desaprender sin más. Toda la voluntad del mundo no serviría para volver al estado previo a no saber leer o andar o montar en bici.

Lo que aprehendimos nos ha dado la forma del ser que somos, hemos esponjado sin vuelta atrás. El finde pasado, durante el estupendo curso de cine que dio el crítico Javier Ocaña, Aprendiendo a ver cine, una chica se le acercó para plantearle la duda de qué pasaría si a partir de conocer los tipos de planos, la profundidad de campo y otros elementos técnicos ya no le gustaban sus películas de siempre, intuyendo que perdería la mirada inocente previa al conocimiento.

El aprendizaje adquirido es irreversible si no intervienen el tiempo, un golpe o un trauma para revertir el proceso. Y entonces sí, llega el olvido, la cesación de la memoria, incluso del afecto, y nos convierte en otros.

Los griegos creían que al llegar al Hades las almas bebían del río Lete para olvidar su vida pasada. Desde que nacemos dejamos de ser una página en blanco. Aprender nos cambia la vida, por eso empiezo a verle cierto sentido a que desaprender sea la forma natural de irse de ella. A veces, cuando observo en gente muy mayor el desapego y desinterés por lo que eran, me acuerdo de los griegos. A lo mejor para el que se va es menos difícil si lo hace sin el sufrimiento de recordar lo que realmente lo mantenía vivo. Beber del río Lete suaviza el dolor de la partida, pero es muy cruel para quien asiste al proceso de la memoria que se deshace.