viernes, 28 de junio de 2019

Basura


Me agobia la basura: trastos, papeles, envoltorios que no quiero o no sé tirar, ropa vieja, sábanas gastadas, tarros de cremas, cables inservibles, cargadores obsoletos o estropeados, publicidad superflua en el buzón…. Me agobia tener que estar siempre seleccionando qué debo tirar y qué guardar. Me agobia la inutilidad de lo ya usado y me crea una extraña inquietud que me pide darle un segundo uso. Pero guardar “por si acaso” es siempre una trampa. En el trabajo, a estas alturas de junio se impone la limpia. Institutos y colegios se esmeran en cerrar definitivamente un curso para entrar en otro y en ese afán, la decisión de qué tirar se vuelve a veces una tarea terriblemente farragosa. Farragosa y polvorienta, no apta para alérgicos. Recientemente escuché en la radio una pregunta extraña, les pedían a los colaboradores  del programa que dijeran si ya habían hecho testamento para que alguien borrara su huella digital tras su muerte. Los más jóvenes contestaron, evidentemente, que nunca se les había ocurrido, pero un señor del que no recuerdo el nombre dijo que, por supuesto, él había testado que uno de sus hijos borrara todo lo que no fuera biográfico o  tuviera un interés cultural. No sé si me produjo más extrañeza la cuestión planteada o la respuesta.
La basura que generamos como especie adquiere unos tintes realmente preocupantes. Antes eran los desechos más o menos orgánicos, luego nos agobió la basura espacial que van dejando los satélites abandonados en sus órbitas, más tarde los enormes vertederos de basura electrónica y altamente contaminante (parece que por ahora son “solo” 50 millones de toneladas anuales entre electrodomésticos y aparatos electrónicos, pero en unos años  la cifra se hará realmente apabullante) y ahora caemos en la cuenta de los millones de cuentas y datos repartidos por la red ocupando un espacio absurdo.
Cuando un animal muere, solo deja su cuerpo en descomposición. Éste es otro rasgo que nos separa de ellos. En nuestro intento por hacernos inmortales, nos agarramos a tantas cosas que cuando llega el inevitable final dejamos de nuestro paso mucho más que una huella. Generamos basura e inventamos nuevas maneras de ensuciar. Curioso.

sábado, 15 de junio de 2019

¿Adoctrinamiento?

Esta semana el alumnado andaluz se ha enfrentado a la temida selectividad. El primer examen, Lengua, partía de un texto literario en la opción A y de un texto periodístico en la B. El texto periodístico recogía el dolor por el cruel asesinato de Laura Luelmo y advertía de que eso no hará que las nuevas generaciones de mujeres vuelvan a encerrarse en el miedo y la cautela en que se educaron las generaciones anteriores. En Twitter, un señor que se presenta a sí mismo como filósofo, crítico político y cinematográfico y cuyo nombre pienso omitir para no darle la más mínima publicidad, lo comentaba así: “En el examen de Andalucía, Pepa Bueno sobre feminismo de género y extracto de Los girasoles ciegos sobre memoria histórica. Lo malo es que pretenden adoctrinar hasta en exámenes; lo bueno, que son previsibles y cabe responder lo políticamente correcto”. 


El mismo día del examen escucho en la radio un dato que me sorprende sobre el consumo de pornografía en España y me paro a buscar datos. Resulta que un reciente estudio de la Universidad de las Islas Baleares titulado “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales” deja sobre la mesa afirmaciones tan alarmantes como que “el primer acceso a contenidos pornográficos de los jóvenes españoles en internet se anticipa a la etapa infantil, con edades tan tempranas como los 8 años”. La investigadora Carmen Orte ha afirmado que “el vídeo porno más visto en la actualidad en internet escenifica una violación en grupo muy violenta". Los vídeos de este tipo de nueva pornografía albergan prácticas como "sexo sin preservativo o presencia de violencia abierta con estrangulamientos o fuertes golpes". Según Pornhub, el único de los grandes portales de acceso gratuito que publica informes de actividad, se registran tres millones de visitas por hora y mueve cada día ocho veces más volumen de datos que Facebook. 


No hay mucho más que decir. Más allá de ideologías políticas, nadie querría que su pareja o sus hijos se hubieran educado en el sexo a través de estos modelos, modelos que luego se ponen en práctica en la vida real. Entonces, ¿por qué seguimos frivolizando con la violencia de género, por qué permitimos que luchar contra ella se considere adoctrinamiento?