sábado, 19 de febrero de 2022

Aire fresco

 

 

Cuando en los medios aparecen noticias terribles como las de estos últimos días, las muertes a machetazos en las reyertas de Madrid o el parricidio del chico de Elche, se suele hablar en caliente, afloran acusaciones y generalizaciones injustas. En el primer caso se ha intentado sacar rendimiento político al culpar a la inmigración, en el segundo se ha insinuado que una novela o la afición a los videojuegos podrían haber influido en el terrible crimen. El joven parricida de Elche habría leído "La edad de la ira", una novela en la que un joven mataba a su familia, éste es el titular de la web de Telecinco y el tuit que subió El Mundo el lunes pasado, quién también tituló otro artículo así: La edad de la ira, la novela en la mesilla del triple crimen de Elche. Titulares tendenciosos que hacen insinuaciones simplistas para abrir una polémica sobre la ya vieja acusación de que lecturas, películas y series ejercen una influencia negativa en los jóvenes. Es demasiado obvio recordar que el resto que ha leído, jugado o visionado esos mismos productos no se han convertido en asesinos.

Me molestan estos comentarios por burdos y amarillistas y porque inciden en presentar a la juventud como peligrosa, violenta y egoísta cuando todo el mundo sabe que la mayoría de los jóvenes, inmigrantes o no, ni son violentos ni confunden la realidad con la ficción.

Contrastan estas noticias en el tiempo con un taller teatral al que he asistido el pasado domingo con integrantes de la Compañía Oniria que previamente había representado “Gente encerrada en sitios” en el Teatro Municipal, una obra de creación y dirección propia, fresca, divertida, original y bien interpretada. En el taller que dirigieron participamos 30 personas, la mayoría de ellas, incluidos actores y director, muy jóvenes. Pues bien, los planteamientos teatrales y sociales del grupo, sus valores, las reflexiones que surgieron en el coloquio, la energía que se respiraba, la responsabilidad, pero también la ingenuidad para enfrentar el futuro fue muy, muy estimulante.

La juventud es diversa, como lo ha sido siempre, es producto de su tiempo y, si adolece de determinados defectos, los hemos provocado entre todos.


sábado, 5 de febrero de 2022

Necesidades

 La soledad es quizá el momento más ruidoso del día: callan los de fuera, vuelven los de dentro”. Con esta cita de Alejandro Palomas me gustaría reflexionar acerca de un problema creciente en nuestro país. Me refiero a las enfermedades mentales, incluyendo las adicciones y otras alteraciones del comportamiento como los trastornos alimentarios, de los que las redes sociales son un importante caldo de cultivo y que afectan especialmente a nuestros jóvenes. Más de 2,1 millones de personas sufren algún cuadro depresivo, el 5 % tiene diagnosticada ansiedad. Las cifras son escalofriantes: 2020 fue el año con más suicidios de la historia desde que se comenzaron a registrar en 1906. Cada día se suicidan en España una media de 11 personas (datos del INE).

Durante el año pasado se empezó a hablar abiertamente de salud mental, lo triste es que se hiciera porque prensa y redes se hicieran eco de casos de famosos como el suicidio de la actriz Veronica Forqué; las denuncias de la gimnasta Simone Biles y la tenista Naomi Osaka; la publicación de “Por si las voces vuelven”, del guionista y presentador Ángel Martín… Pero el tratamiento de los medios sobre estos asuntos no ayuda ya que simplifican una realidad compleja y caen en el sensacionalismo. En el Congreso, una pregunta sobre la accesibilidad a los tratamientos de salud mental en plena pandemia provocó las risas de parte de los presentes y se oyó el grito de “vete al médico”. El diputado se disculpó después en Twitter, pero la anécdota ilustra hasta qué punto hay necesidad de formación e información en este asunto.

Es obvio que la situación de pandemia ha hecho mella en la población. El miedo, la incertidumbre y la soledad se han instalado en la vida de demasiada gente. No sé si bastan para justificar la ansiedad, frustración e incluso los intentos de suicidio que todos estamos conociendo de cerca, pero quizás hay que aprovechar para reclamar que se inviertan fondos y esfuerzos en atajar tan terrible lacra. Tenemos que desterrar el tabú para que quien la necesite pida ayuda profesional a tiempo. Y hay que asegurarse de que esa ayuda está disponible. Cuando se llega tarde, el dolor que provoca es insoportable.