sábado, 5 de septiembre de 2020

Amigos y libros

 

Con agosto se cierra también la barra libre de lectura o más bien la posibilidad de leer sin prisa, sin remordimiento de hurtar las horas a una actividad más “útil”. Me apetece empezar septiembre con una revisión de los libros del verano, pero especialmente, de los prestados. Uno de ellos los encierra a todos. Se trata de “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo, que me llegó de la mano de mi amigo Carlos Sánchez. Tiene subtítulo: “La invención de los libros en el mundo antiguo”, pero no se ciñe a él, sino que lo usa como punto de partida para hablar de la palabra, oral y escrita, y de nuestra relación física y emocional con y a través de los libros. Precisamente sobre los préstamos hace una reflexión en la que me reconozco: “entregar y recomendar una lectura elegida es un poderoso gesto de acercamiento, de comunicación, de intimidad”. Yo añadiría de responsabilidad porque prestar o recomendar un libro amado es arriesgarlo a un juicio, exponerlo sin protección a miradas ajenas, al extravío incluso. Y recibirlo es un acto así mismo de intimidad compartida. Se rastrean las ideas del otro, nos sentimos aludidos o intrigados por las líneas subrayadas, por las notas al margen. Subrayado estaba “Variaciones y reincidencias” del poeta Javier Salvago, prestado y recomendado por mi amigo Pepe Mendoza. En él encontré que  “Como nubes de agosto, todo pasa. /La vida nos demuestra/ que se puede vivir sin casi todo”. Sus “Divagaciones sobre la madurez” son un acierto lúcido, así como su Ars moriendi: “Escribo para llegar/ serenamente al silencio, /que es el morir. /Para aprender a callar/en paz conmigo, sin miedo…/ Libre, al fin.”

Gracias a mi amiga Marita Merino descubrí al marroquí M. Chukri en su novela autobiográfica “El pan desnudo”, brutal y asombrosa, y me sorprendí con “Jean Genet en Tánger”. Pero Marita, como autora en este caso, me regaló el libro más especial en una íntima presentación a la sombra de un olivo amigo: “Hambre que espera hartura, no es hambre ninguna”. Una delicia que rescata recetas familiares y las ofrece a sus seres queridos aliñadas con exquisitas anécdotas y referencias.

Verano, amigos y libros. Toma nota, septiembre.