sábado, 26 de agosto de 2017

Miedo

Ha pasado más de una semana de los atentados en Cataluña y seguimos atónitos la marcha de las investigaciones, las reacciones de la ciudadanía, el intento de recuperación de la normalidad.  “No tinc por”, no tengo miedo, es el lema más repetido estos días, y hace falta armarse de valor, reafirmarse en la defensa de un estilo de vida en libertad para repetirlo con convicción. Porque sí tenemos miedo. Yo lo tengo. Miedo del fanatismo de jóvenes educados en España que se radicalizan hasta el extremo de considerar que cualquiera en cualquier momento es culpable y merecedor de sufrir un atentado; miedo de sabernos inmersos en una guerra de límites difusos de la que es difícil mantenerse a salvo; miedo de las redes sociales que permiten escupir impunemente comentarios violentos, islamófobos, inspirados y divulgados con raíces similares a las que han permitido fabricar terroristas; miedo al rechazo que provocan las diferencias y que hace que haya quien se escandalice de que estos días “también” se expresen en catalán los catalanes;  miedo al miedo a sabiendas de que la única reacción posible es continuar con nuestras vidas a pesar de todo.  Ahora ha sido Barcelona. Nos duelen más las víctimas cercanas, quizás porque nos hacen sentir más vulnerables. Hemos paseado por allí, descuidados como cualquier otro turista o ciudadano. Duelen también las noticias de otras muertes violentas, igualmente inocentes, a veces solo números, atentados igual de absurdos en lugares mucho más apartados aunque los medios de comunicación y las redes sociales actúen tapando el sufrimiento. Es difícil compaginar la solidaridad, el dolor y la preocupación con la recuperación de un agosto de vacaciones. Resulta frívolo cambiar de tema, alternar las noticias plagadas de crueldad con la frivolidad necesaria que requiere seguir con nuestras vidas. No tinc por, clama el ciudadano. “No en mi nombre”, tratan de hacerse oír quienes también son víctimas. Dejar que se alcen sus voces es la única manera de luchar contra quienes sacan partido de la xenofobia. Lo vivimos con ETA. Debería servirnos para algo. Y, por supuesto exigir a los gobernantes soluciones y unión ante la barbarie.

domingo, 13 de agosto de 2017

Abierto por vacaciones

Un paseo mañanero en bicicleta de punta a punta de El puerto deja una postal variopinta. Caminantes solitarios con sus auriculares; grupos ciclistas “maqueados” para carrera disfrutando de las vistas al mar; señor mayor montado en patinete con casco incluido; señoras de moño alto, sobrepeso y altisonante lenguaje popular; parejas de ancianos paseando de la mano; chicas de piel morena y rasgos orientales, de uniforme, que pasean niños rubios con bañadores floreados; pescadores bajo sombrillas, con caña plantada entre las rocas del espigón, indiferentes a los saludos de los pasajeros del catamarán; pijos hasta en los andares con atuendo playero que incluye camisa de manga larga y sombrero de paja con banderita española; turistas de bajo presupuesto y “desestilismo” que llevan, sin garbo y sin mangas, su camiseta de colores, (riñonera y bermudas obligadas); turistas extranjeros con cara de ilusión que disfrutan y fotografían cada detalle; turistas nacionales que buscan actividades culturales en los tablones del Alfonso X; turistas nacionales que buscan precios baratos en los establecimientos de la ciudad; jóvenes que arrastran en la cara las señales de la noche de juerga en la vuelta a casa; amas de casa camino del mercado… A mí me parece que, aunque apretados, cabemos todos. Total, son dos meses y luego solo un tercio de esta población veraniega tenemos el privilegio de seguir disfrutando de las playas paradisíacas y el pescaíto. Ojalá no se contagie la moda del “Turistas go home”. Echar a los turistas es un acto vandálico e irresponsable. Mejor exigir a nuestros gobiernos una planificación coherente, unas infraestructuras dignas, una oferta de actividades culturales que apuesten por la calidad, previsión ante las temporadas altas… Si cada uno cumple con lo suyo, si nos respetamos, cabemos todos.

(Otro día hablamos de las obras, de los conductores prepotentes y maleducados, de los abusos en el trato que se permiten ciertos locales de moda, de las colas en Renfe porque solo abre una ventanilla de información/venta en pleno mes de agosto y la escalera mecánica está apagada y la otra en permanente revisión y la máquina expendedora no imprime…)