“Borregos” llamé a mi última columna y borregos es lo que he estado viendo el fin de semana pasado. Borregos, cabras, vacas, cerdos y gallinas disfrutando impasibles en una naturaleza bucólica y espléndida. Y esto ha sido así porque he pasado unos días en la sierra con unos amigos, en concreto, en Villaluenga del Rosario. El tiempo, más que primaveral, daba miedo. Imposible no hablar del cambio climático, pero imposible también quedarse en el miedo cuando este acogedor sol de invierno invita a pasear y adentrarse en las numerosas rutas naturales de estos privilegiados parajes.
Supongo que los pocos habitantes
de estos pueblos se sonreirán (o no) cuando nos oigan a los domingueros hablar
de las bondades perdidas en estas tierras de interior, pero lo cierto es que
conforta reencontrarse con un modo de vida tan auténtico. El coche se aparca el
viernes y ya no hace falta cogerlo a no ser que se quiera ir a cenar a
Benaocaz, otra población no mucho mayor que cuenta con varios restaurantes muy,
muy interesantes: buen producto, buen servicio, cercanía… Y es que, inmersos en
la Sierra, las rutas se cogen a pie, kilómetros y kilómetros de Parque Natural
entre encinas, alcornoques y quejigos. Incluso el cementerio tiene su encanto
hecho como está en el interior sin techo de una antigua iglesia quemada por las
tropas napoleónicas y abierto a la sierra en una balconada de vistas
imponentes.
Una sorpresa: darnos cuenta de cuánto nos
sorprendió escuchar el griterío feliz de niños pequeños que deambulaban solos
por calles sin coches entre risas y carreras, mientras se invitaban unos a
otros a ir a casa de su abuela, “que tiene palomitas”. Un desconcierto: ser
saludados por un dron cuando saboreábamos la belleza pacífica de los Llanos de
Líbar. El zumbido y descaro de tan impertinente aparato rompió la magia de un
paisaje idílico.
Dejando de lado la extravagancia
del dron, quiero retener estas estampas de color, generosas en verdes y
amarillos durante el día, abarrotadas de
estrellas durante la noche, que todavía permiten gozar de lo que de verdad
importa: caminar, respirar, comer, beber y charlar con los amigos. ¡Que dure!