Es curioso cómo enfocamos el
asunto de nuestra privacidad, la defendemos o regalamos según nos pille el aire.
Una vez más, contradicciones. En España, por ejemplo, cubrimos las ventanas con
persianas y cortinas, cerramos los jardines con tapias y andamos a vueltas con
la protección de datos. De hecho, este fue uno de los problemas que hubo que
sortear en el último trimestre escolar, cuando la enseñanza se hizo telemática y
se planteó el uso de utilizar plataformas privadas para la comunicación con el
alumnado. Sin embargo, no parece que nos escandalicemos por haber dejado que
las multinacionales lo sepan todo de nosotros. El lunes pasado, sin ir más
lejos, escuchaba en la radio al profesor Toscani, experto en Big data e
Inteligencia artificial, cuando afirmaba que a partir de 68 likes en Facebook,
ya se puede saber de cada persona su raza y orientaciones políticas, por
ejemplo. La ciudadanía colabora voluntariamente en la recopilación de estos
datos aunque no lo sepa (o sí, pero no lo considera preocupante). Damos likes,
aceptamos cookies de rastreo, rellenamos formularios a cambio de usar
“gratuitamente” una aplicación…
Si algún dato faltaba por
entregar parece que se ha completado durante la pandemia, cuando se ha
registrado cada interacción. Ya saben todo de nosotros como consumidores (y no
solo, pero eso lo dejamos para otro día), ahora se gesta una nueva estrategia:
la anticipación. Parece que el siguiente paso es tratar de adivinar qué nos
apetecerá y enviarlo a casa. Amazon, compañía experta en “shop & ship”
(compra y envío) ya ha patentado el
sistema “ship & shop”, es decir, envían productos a casa porque conocen los
gustos del comprador y éste solo necesita confirmar que se lo queda. No quiero
ser pesada, pero esta nueva estrategia multiplica la contaminación con los
envíos individuales, aumenta el riesgo de desaparición del comercio local,
redunda en empleo precario, insiste en recluir a la gente en su casa… Y, aún
así, no tengo dudas de que tendrá éxito.
Lo
dicho, en casa con las cortinas echadas y las pantallas abiertas. ¡Qué poco
seductor resulta el futuro que estamos diseñando!