viernes, 25 de noviembre de 2022

Despolitizar

Detenerse a analizar un problema y enfocarlo desde otra perspectiva es un ejercicio sano. A veces para avanzar es necesaria la autocrítica. Si algo no funciona, habrá que ajustar el enfoque y, quizás, reconocer que no todo se hace bien. Estoy hablando de feminismo y educación en igualdad. El peligro no es avanzar más lento, sino retroceder y perder derechos que ya creíamos adquiridos.

Ayer fue el Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Se celebra en centros escolares como en otros organismos con el objetivo común de erradicar cualquier maltrato físico o psicológico sobre la mujer por su condición de serlo. No creo que esta afirmación contenga nada discutible ni cuestionable, como no la tiene la definición de feminismo: “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”, al menos en esta parte del mundo. Y, sin embargo, leo y escucho apesadumbrada las opiniones de mi alumnado: “el feminismo no es más que un movimiento radicalizado y politizado”, “habría que evitar los actos vandálicos en las múltiples manifestaciones feministas”, “el gobierno da millones de euros al feminismo y solo se nota en las pancartas de los edificios públicos”…. Gente joven que se siente agredida al entrar en centros públicos y ver cartelería sobre estos temas, que al hablar del 25 N piensan antes en las denuncias falsas que en las verdaderas…

¿Qué se está haciendo mal? Está claro que el mensaje ni llega y ni cumple su objetivo, sino que por el camino se tergiversa y pervierte. Sé que esta batalla se libra en las redes sociales y sé que los hombres y mujeres que defendemos de buena fe la igualdad de derechos y aborrecemos la violencia de cualquier tipo no estamos cómodos con esta situación. No sé si el mensaje tiene un tono excesivamente violento o si no se explica bien, pero algo hay que hacer para que no se banalice la cifra de 37 asesinatos durante 2022 en España; para que se entienda que sí, hay denuncias falsas que hay que evitar, pero representan solo un 0,069% del total; que no es una lucha de sexos ni se pretende el hembrismo.

No conozco la solución, pero quizás dejar de politizar unos derechos que deberían ser universales ayudaría.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Un respiro

 

Mediamos noviembre en manga corta sin decidirnos a hacer el cambio de armario. Las nubes de mosquitos, las temperaturas escandalosas para este mes, el cambio de hora que ha llegado para acabar de desconcertar los relojes biológicos... todo adopta un tono de impostura. La tarde ahora no da para tanto asombro, así que, envueltos en extrañeza, tratamos de acostumbrarnos a pasar de una luz radiante más propia del verano a la oscuridad ajena de las siete de la tarde. Cómo recogernos en este otoño si aún hace calor, cómo dar entrada a las castañas asadas y el calor de la chimenea si los bañadores siguen colgados detrás de la puerta. Cómo cumplir el ciclo y entrar en la rueda si la naturaleza anda loca.

La publicidad con su tendencia a adelantar temporadas esta vez parece haber caído en el ridículo y cabalgamos los días despejando anuncios o amenazas de “black friday” que compiten con la anticipación de la campaña navideña. Los supermercados, rebosantes de guirnaldas, de verdes y rojos amañados, de bombones envueltos en papeles brillantes, rebosan de género que nadie se atreve aún a comprar. Lucen como sacados de una postal de otra temporada.

En las redes sociales los vídeos que invitan a aprenderse la coreografía de la próxima cabalgata suenan a chiste mal contado. La precuela navideña empieza a ser realmente empachosa. Junto a ellos, los titulares sobre la cumbre del clima se llenan de comentarios negacionistas, de disparates insultantes que sonrojan con solo leerlos.

La culpa no siempre es del levante, algunos días soplan vientos alarmantes que amenazan con secarlo todo, con acabar con el poco sentido común que va quedando en nuestro entorno. Esos días, no es suficiente con apagar las pantallas. La huella de cierta estupidez humana acecha en cada esquina. Voy a cambiar de táctica y a buscar un poco de luz. La encuentro en la misma pantalla que pensaba apagar: desarticulan una organización criminal dedicada a la explotación sexual; científicos españoles descubren las células malignas que provocan las muertes por metástasis en el cáncer de colon; surgen empresas para acabar con el desperdicio alimentario; la baba del gusano de la cera descompone el polietileno y podría ser un arma contra la contaminación del plástico…

Capas

 

Todavía hace calor. Utilizo deliberadamente el adverbio “todavía” porque el calor no se ha ido. Hizo un amago, tímido; bajó algo la temperatura nocturna; nos envalentonamos sacando alguna chaquetita ligera y ya. La sabiduría popular recogía el veranillo de San Miguel, el 29 de septiembre, y el de San Martín, el 11 de noviembre. Pero no, no es el veranillo que vuelve porque no se ha ido. Son temperaturas inusualmente altas que parece que podrían mantenerse hasta mediados de noviembre, en algunos sitios incluso 10 grados por encima de lo habitual. Es de nuevo el riesgo alto de incendio en un paisaje seco.


Y sin embargo… no parece que el cambio climático sea una preocupación entre la ciudadanía. Ni siquiera la juventud, siempre rebelde, se ocupa del tema. Hace poco estuvimos comentando en clase una rueda de prensa donde preguntaron a un futbolista y entrenador de renombre por qué no cogían el AVE para los trayectos cortos en lugar del avión privado, que es mucho más contaminante. Acogieron la pregunta con risas tontas y comentarios en tono de broma, sin plantearse siquiera esa, aparentemente absurda, posibilidad. Uno de los artículos que recogía la noticia, se llamaba “El desdén de las élites”, de Milagros Pérez Oliva. A ella le parecía ofensiva esta reacción y a mí también. Por eso aproveché el texto para usarlo en clase con alumnado de 16 y 18 años. La reacción me sorprendió puesto que prácticamente la totalidad iba a hacer huelga dos días más tarde contra el cambio climático. El sentir general era que ellos también usarían el jet; que, en realidad, todos lo haríamos. Otra opinión manifestaba que la periodista era una envidiosa y amargada. Solo 2 ó 3 apoyaban la propuesta del tren y posturas comprometidas con el medioambiente. Los más implicados defendían que ya reciclaban. Incluso hubo quien dijo que no tiraba nunca las colillas al suelo. Quiero decir, estaban tan alejados de la cuestión que les planteaba acerca de cuánto podía afectar a su futuro y cuánto estaban dispuestos a cambiar su estilo de vida para intentar revertir la amenaza del cambio climático que me asustó. La capa de ozono se agujerea porque la otra capa, la del conformismo, impide que se vea.