domingo, 29 de diciembre de 2019

Enredos

Se me enredan objetos, situaciones y emociones. A veces no puedo tirar una prenda de vestir porque conservarla es retener a alguien o un momento queridos. He recuperado blusas de mi madre solo porque me la traen de vuelta ahora que hace ya tanto que se fue. Las canciones se vuelven banda sonora de un viaje en familia, un baile de dos cuerpos que se rozan, un fin de fiesta loco con los amigos... 

Tirar es desechar, deshacerme de lo que me dolió o no me dijo nada: una camiseta porque me hizo daño quien me la dio, un jersey entretejido con un momento que quiero olvidar o un regalo al que temo porque viene de alguien con mala suerte. Este verano, un curso de danza aérea se me enredó con el último verano de mi padre. Ese espacio de paz y luz guiado por el encanto y buen hacer de Sergio, lo revivía en casa cuando lo contaba para distraer a mi padre de una vejez que se iba volviendo irrefrenable. 
Esta mañana a solas con la bici por la margen del río, disfrutaba de la ciudad que se despertaba despacio, sin resaca, después de un puente largo. Esquivé a un pescador, radio en ristre, que me lanzó una canción como una red. Voy a perder la cabeza por tu amor, si te quiero y quiero de esta forma loca que te estoy queriendo. Me ha martilleado en la cabeza mientras cambiaba el río por el mar. Yo no soy la ola que golpea la roca, soy de carne y hueso. Ha seguido conmigo de vuelta sin saber ya qué hacer con las quince capas de ropa que me sobraban en un día que levantaba frío y se tornaba caluroso. Y quizás mañana oigas de mi boca vaya usted con Dios… No me la he quitado de encima cuando la cadena de la bici ha petado y me ha obligado a volver andando varios kilómetros. Cuando yo creo que estás en mi poder… La he conservado hasta llegar a casa sudada, llena de grasa y con la determinación de dar por bueno el trastorno de la vuelta si con eso pagaba al universo el placer de la mañana feliz que me había entregado. Recuperado el equilibrio, estamos en paz. Tú te vas soltando, te vas escapando de mis propias manos… 
He buscado en Google quién cantaba esa canción, me la sé entera. No sé qué viví con ella para enredarla tanto, lejos de la madeja. 



sábado, 14 de diciembre de 2019

En verde


El previo a la cumbre del clima, la semana de la cumbre del clima…. Pero las redes sociales se entretienen hablando de estupideces. Se centran en Greta y polemizan sobre ella. Porque grita, porque está seria, porque está manipulada, porque hay otras activistas también jóvenes y desconocidas, de lugares más remotos,  a las que no se les hace caso... ¿Qué más da? Me  parece que todos estos comentarios no son otra cosa que distracciones de lo que de verdad importa: el clima está cambiando, queda poco tiempo para frenar la catástrofe, hay que hacer algo ya, todos somos culpables. Esa es la cuestión.
Me resulta infantil y frívolo que, en lugar de estar proponiendo medidas personales, grupales, comunitarias, autonómicas, nacionales, europeas, mundiales… sigamos como si no pasara nada entretenidos en cotilleos de salón. Greta no importa. Si la están manipulando, no importa. Lo que importa es que su mensaje quiere llegar a los jóvenes que, entre otras cosas, siguen usando plásticos, ensuciando calles, playas y montes, consumiendo por encima de sus posibilidades y contribuyendo, en suma, al problema general. No sólo los jóvenes, claro, todos formamos parte del sistema.
Lo que salga de la cumbre es fundamental, pero insuficiente si el ciudadano de a pie no se conciencia de verdad. Será difícil porque lo que se necesita es cambiar todo un sistema de consumo basado en el despilfarro y la contaminación. Lo que tendríamos que estar haciendo, como parte culpable del problema, es pensar de qué manera contribuiremos para solucionarlo. Si queremos que sea efectivo, tiene que ser drástico y tiene que empezar ya. Cada acto cotidiano, lo que se compra, lo que se consume, lo que se despilfarra… tiene una huella medioambiental que no podemos permitirnos.  No basta el postureo, hay que actuar. Y no es una cuestión política, no hay izquierdas ni derechas en esto, hay un único reto común: salvar la vida en el planeta, aunque solo sea por el egoísmo de que pueda disfrutarlo la siguiente generación.
Yo quiero un planeta en verde y quiero que mis hijos lo disfruten también. Adaptar mi modo de vida para conseguirlo no es una opción, es un ejercicio de responsabilidad.