sábado, 22 de julio de 2023

Tiempo de espera

No me gusta hacer cola. Lo detesto. Pedir cita para una revisión médica y aguantar más de una hora de tensa espera, me desarma, me hace sentir débil, expuesta, resignada. Tomar la decisión de acudir a una exposición o una charla y encontrar cientos de personas de pie delante de mí, me quita las ganas, me desalienta. En los conciertos, la necesidad de acudir horas antes de la apertura de puertas para conseguir estar cerca del espectáculo y lejos de los que acuden solo a gritar, beber y empujar, hace que ya entre cansada, que no pueda disfrutar lo que me gustaría de aquello que he ido a ver. Me desespero en las cajas del supermercado, donde siempre tengo la sensación de haber elegido mal. Me cabreo, y mucho, cuando pierdo tanto tiempo para atravesar el puente del V Centenario o para entrar en un puente vacacional en Madrid. Me asombra saber de las colas de alpinistas para coronar el K2 en el Himalaya y me desanima conocer las del voto por correo.
Pero las de los aeropuertos en verano, cuando se va con la ilusión intacta del viaje por empezar o el cansancio satisfecho de la vuelta a casa, esas me llevan a tocar fondo. La inseguridad de pasar por la seguridad, de llevar el peso correcto en la maleta, la espera de sala en sala, la entrada al avión, la lentitud de los viajeros al colocarse en sus asientos y guardar sus pertenencias, la tensión del despegue, los retrasos… son una prueba para los nervios. Y me extraña que seamos tan dóciles, que no se produzcan sublevaciones cuando, como me pasó en el último vuelo, nos dejan encerrados en un avión, con las rodillas pegadas al asiento delantero, en las pistas, sin aire acondicionado durante más de una hora a la espera de que quiten las restricciones para el despegue. Entiendo la dificultad que debe suponer organizar los horarios de tantos vuelos en las mismas fechas, y me descubro ante ese saber hacer, pero ¿de verdad que nadie ha tenido en cuenta todavía la sensibilidad de los viajeros, tratados como ganado, a los que no hace falta atender ni respetar?
Perdonen el desahogo, sé que estas esperas por las que pagamos los privilegiados del primer mundo son en el fondo una frivolidad. Pero es que pagar por esperar...