Este sábado se despierta caluroso
y bullanguero aquí, en el recinto ferial de El Puerto de Santa María y en la
romería de Martos, mi ciudad natal. Este fin de semana, casualidades del
calendario, la mayor parte de la gente que conozco y quiero estará entregada a
pasarlo bien. Los componentes clave
serán el vino, la música, el baile, los amigos y la comida. No sé si en este
orden exacto. Son encuentros sociales que en su celebración subrayan las
características que hacen que los humanos seamos tan diferentes del resto de
los seres vivos. Una de ellas es precisamente el carácter social, la capacidad
para interactuar. Los animales no celebran fiestas, no se preocupan por lo que piensa el otro, no
crean arte, no componen música más allá de ciertas especies con determinadas
cualidades musicales y mucho menos son capaces de inventarles letras. Los
animales no tienen capacidad para la metáfora.
E. Punset (vaya de paso mi
modesto homenaje al magnífico divulgador
científico que fue) en una de sus entrevistas en Redes revisaba con M. Gazzaniga la reciente certeza
de que realmente los seres humanos somos especiales y únicos. Entre las
diferencias más llamativas está la complejidad de nuestro lenguaje y la
capacidad de abstracción que nos brinda el arte. Arte que, incluso cuando
perdemos nuestro yo, no se pierde del todo. Los cuidadores de los que sufren la
terrible enfermedad del olvido saben bien que una música concreta es capaz de
sacar al enfermo de su ensimismamiento. El otro día, sin ir más lejos, en un
encuentro de academias de flamenco, una señora muy mayor con Alzheimer se le
“escapó” a su familia de entre el público y se puso a bailar siguiendo el ritmo
y disfrutando de la música.
Si esta no fuera una columna
festiva, me pararía a reflexionar sobre por qué, entonces, nos cuesta tanto
valorar las artes que nos hacen tan humanos. Por qué resulta tan difícil
ganarse la vida con la música, la danza, la pintura o la escritura. Por qué no
se les da un lugar primordial en los planes de estudio para que aprendamos a
disfrutar con ellas.
Pero estamos de fiesta. Reafirmemos
nuestra humanidad dejando que el color, la música, el baile, el vino y los
amigos nos hagan pasar una magnífica feria y romería.