Siempre he creído que para
aprender algo es necesario sentir interés, desearlo de verdad. Su étimo latino no
deja lugar a dudas, apprehendere significa
“atrapar”, “apoderarse de” y está claro que cualquier cosa que queramos
atrapar, hacer nuestra, necesita una verdadera carga de entusiasmo o a los
pocos días no quedará ni rastro de lo que hemos tratado de conocer. Cuando de
verdad se desea tocar un instrumento, dominar un segundo idioma, un deporte o
el arte de cocinar, se consigue únicamente si se concitan dos realidades:
interés y voluntad. Lo vemos a diario a nuestro alrededor, niños que van mal en
los estudios, pero que no tienen pereza ni problemas de concentración cuando se
trata de avanzar en un videojuego, mejorar en la práctica de su deporte
favorito o aprender a tocar la guitarra. Últimamente, al acercarme a la neuroeducación,
me encuentro con la agradable sorpresa de que defiende este mismo principio
básico: solo se aprende aquello que se ama, si no hay emoción no hay
aprendizaje. Lo otro es inútil, se pueden memorizar datos sufriendo durante
horas, pero si no hay curiosidad y entusiasmo, lo supuestamente aprendido
desaparece enseguida. Entonces, el reto está ahí, en encontrar el modo de
despertar esa curiosidad necesaria para atrapar lo que deseamos. No es una
tarea fácil, y sin embargo, todos conocemos a personas que parece que lo traen
de serie, van de un asunto a otro haciéndose con un conocimiento inmenso sobre
multitud de materias diversas por el mero hecho de disfrutar aprendiendo. El
otro día, por ejemplo, me topé en el periódico con una señora japonesa de 90
años que está aprendiendo inglés para poder ser traductora en las olimpiadas de
Tokio de 2020 y así ayudar a los turistas que vayan a los juegos, se llama
Setsuko Takamizawa. Está claro que no la guía la necesidad ni la obligación y
que muchos la tratarán de loca, dada su edad y el idioma del que parte, pero su
nieta comentaba que está haciendo avances asombrosos. Este ejemplo es mi regalo
de fin de curso a todos los estudiantes que se enfrentan a la difícil tarea de
aprender lo que no les gusta. Acercaos con emoción, buscadle las vueltas y
hacedlo vuestro. Funciona.
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