sábado, 15 de abril de 2023

Perfiles

Desde hace un tiempo, la polisémica “perfil” es, sobre todo, la identidad de un usuario en una red social o en una plataforma audiovisual. Entrar a Netflix, Movistar, Disney +, HBO... a través de un perfil propio es acomodarse a que los algoritmos ofrezcan una y otra vez aquello que creen que al usuario le interesa. A mí, últimamente me ofrecen películas y series coreanas, por ejemplo, o dramas tortuosos en torno a la búsqueda de una identidad sexual o multitud de productos centrados en la gastronomía. En realidad, no aciertan con mis gustos porque lo que el algoritmo no sabe (todavía, intuyo) es qué busco exactamente en algunas de las que ya he visto.

En realidad, cuando reflexiono sobre qué me hace quedarme ante una pantalla, me doy cuenta de que necesito que la factura final sea impecable, buenos actores, buena fotografía, pero especialmente un buen guion que no tenga trampas, pero sí diálogos sorprendentes e inteligentes. Y casi siempre, lo que me atrapa está plagado de la naturalidad de personajes extravagantes o con alguna “anormalidad”. Creo que estoy pasando a engrosar las filas de quienes están hartos de comprobar en la realidad los chanchullos y tejemanejes manipuladores del entorno y necesitan evadirse con unas historias amables en las que se sufre lo justo. Así, me ha encantado la propuesta de la serie americana “Todo va a ir bien” en la que los particularísimos protagonistas se apoyan a su manera frente al dolor; la japonesa “La cocinera de las makanai” con unas actrices encantadoras y una delicadísima manera de tratar la amistad y el aprendizaje, cálida, tierna..; la coreana “Woo, abogada extraordinaria” con una protagonista originalísima y un trazado elegante, exquisito…; la inglesa “Buena suerte, Leo Grande” con una inmensa Emma Thompson mostrando una vulnerabilidad de la que casi nunca se habla...

El modo en que estos productos audiovisuales tratan a quienes nunca serían protagonistas no solo ayuda a evadirse de lo feo, sino que sensibiliza con gracia y elegancia la diversidad sexual, el espectro autista, la madurez… huyendo de patrones vitales que ponen otros y en los que siempre parece que ganarán los abusones.


sábado, 1 de abril de 2023

Cargar con la esperanza

                                                                            Para ser sincera, a mí lo que me debería estar pidiendo esta fecha del año, con la primavera

en su temprano apogeo y una semana de vacaciones a la vuelta del sábado, es celebrar su llegada. Los pájaros ya han puesto la banda sonora de fondo, las tardes con su horario alargado empiezan a ser una delicia, huele dulce, a flores a punto de reventar…. Sin embargo, coger el coche a mediodía a más de 30 grados; comprobar que cada año las salamanquesas y los batallones de hormigas se hacen visibles antes; que los jardines se secan ya a estas alturas si no se refrescan con un poco de agua… son detalles que no invitan precisamente a la celebración. Desayunar o cenar viendo el resumen de las noticias se convierte en la contemplación de un anuncio del Apocalipsis. Ahora, por si algo nos faltaba, nos dicen que expertos y científicos de todo el mundo advierten de que la inteligencia artificial es un peligro para la humanidad. Piden parar al menos durante 6 meses una carrera fuera de control que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden comprender o controlar. No lo digo yo, son palabras tomadas de las noticias de TVE ilustradas con fotos de una falsa detención de D. Trump, una imagen del papa con un mullido anorak blanco… Todas han sido creadas con Midjourney, una aplicación de I.A. que permite crear fotos con solo darle la idea que se quiere convertir en imagen. Auguran que en un par de versiones más, un humano será incapaz de detectar la falsedad y entonces habrá que entrenar máquinas que se especializarán en detectar lo que ha hecho otra máquina. Es decir, la carrera por hacer indetectable la realidad de la ficción sigue adelante aún a sabiendas de que su uso indebido en manos de poderes sin ética se nos volverá en contra.

Pero no se puede vivir con miedo, así que me echo encima la mochila con el peso de la divergencia y la responsabilidad y me voy a clase con la duda de si sirve el intento de convencer al alumnado del valor de la ética personal y colectiva; de que no todo vale por conseguir unas décimas de más; de que el esfuerzo merece la pena; de que disfrutar y confiar en sentir cada año la llegada del primaverazo puede ser una meta tan válida como cualquier otra.



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