Es muy difícil escribir una
columna estos días cuando el mundo anda en suspenso más allá del monotema que nos ocupa y preocupa al
mismo tiempo. Me parece que, en solo una semana de encierro, ya se ha dicho
todo, nos hemos reído de todo, hemos probado todos los enfoques posibles. Poco
más puedo aportar, más allá de compartir esta extraña situación que, sin
embargo, cambia cada día.
Durante el fin de semana llegué a
pensar que, si conseguíamos mantenernos a salvo, quizás era una oportunidad
este tiempo detenido, en familia, devanando poco a poco, sin prisa, la madeja
de cosas por hacer. Cierto que me siento una privilegiada, consciente de que no
todo el mundo tiene un trocito de jardín al que asomarse ni una familia en paz
y concordia con la que disfrutar el día a día, pero aún con todo eso, hay que
poder equilibrar la entrada de noticias y, con ellas el miedo, con la calma y
el retiro doméstico. Si no estuviéramos en los tiempos de internet sería otra
cosa, pero ahora el aislamiento no lo es nunca del todo y, si bien no salimos a
la calle, el mundo se cuela en nuestras casas hasta el punto de tener que
ponerle freno antes de que las invada por completo.
Con el lunes llegó la necesidad
de trabajar desde el hogar. Desde entonces estoy tratando de controlar el
horario, ponerle coto para que organizar, enviar, corregir, motivar, contestar
correos y dudas no se convierta en una tarea permanente. ¡Qué tiempos más
raros! Ver la vida desde la ventana, la real y la virtual de las pantallas;
pasar de explicar el encierro de los protagonistas del Decameron o La peste a
protagonizar una de esas cuarentenas de las que hablará la historia…
Pero qué difícil la lucha contra
un enemigo que no se ve, cuánto destrozo humano, económico, social, cuánto
miedo también al leer y escuchar comentarios oportunistas, sesgados… en
contraste con las muestras de solidaridad, entrega y valor de quienes nos cuidan.
Y en este silencio de motores y
gentes en el que mandan ahora los sonidos de la primavera, el sueño de que el
ser humano, por fin, aprenda de sus errores y construya después de la
catástrofe un mundo más justo, más igual, más limpio, más sostenible… Mientras
tanto, ¡cuídense!