sábado, 21 de marzo de 2020

Esperanza


Es muy difícil escribir una columna estos días cuando el mundo anda en suspenso más allá del monotema que nos ocupa y preocupa al mismo tiempo. Me parece que, en solo una semana de encierro, ya se ha dicho todo, nos hemos reído de todo, hemos probado todos los enfoques posibles. Poco más puedo aportar, más allá de compartir esta extraña situación que, sin embargo, cambia cada día.
Durante el fin de semana llegué a pensar que, si conseguíamos mantenernos a salvo, quizás era una oportunidad este tiempo detenido, en familia, devanando poco a poco, sin prisa, la madeja de cosas por hacer. Cierto que me siento una privilegiada, consciente de que no todo el mundo tiene un trocito de jardín al que asomarse ni una familia en paz y concordia con la que disfrutar el día a día, pero aún con todo eso, hay que poder equilibrar la entrada de noticias y, con ellas el miedo, con la calma y el retiro doméstico. Si no estuviéramos en los tiempos de internet sería otra cosa, pero ahora el aislamiento no lo es nunca del todo y, si bien no salimos a la calle, el mundo se cuela en nuestras casas hasta el punto de tener que ponerle freno antes de que las invada por completo.
Con el lunes llegó la necesidad de trabajar desde el hogar. Desde entonces estoy tratando de controlar el horario, ponerle coto para que organizar, enviar, corregir, motivar, contestar correos y dudas no se convierta en una tarea permanente. ¡Qué tiempos más raros! Ver la vida desde la ventana, la real y la virtual de las pantallas; pasar de explicar el encierro de los protagonistas del Decameron o La peste a protagonizar una de esas cuarentenas de las que hablará la historia…
Pero qué difícil la lucha contra un enemigo que no se ve, cuánto destrozo humano, económico, social, cuánto miedo también al leer y escuchar comentarios oportunistas, sesgados… en contraste con las muestras de solidaridad, entrega y valor de quienes nos cuidan.
Y en este silencio de motores y gentes en el que mandan ahora los sonidos de la primavera, el sueño de que el ser humano, por fin, aprenda de sus errores y construya después de la catástrofe un mundo más justo, más igual, más limpio, más sostenible… Mientras tanto, ¡cuídense!

sábado, 7 de marzo de 2020

Detrás de la cortina vírica


Qué pereza a veces cuando los medios de comunicación y las redes sociales entran en bucle y no se atisba el modo de escapar. Estos días todo es coronavirus. Coronavirus en la radio, las noticias de la tele, la prensa… coronavirus en los whatsapp, en los chistes en cualquier formato y plataforma. Coronavirus hasta en la sopa. En teoría, los mensajes tratan de ser tranquilizadores, pero las imágenes presentan ciudades sin ciudadanos, partidos a puerta cerrada, mascarillas, camas de hospital… Mientras, ha pasado el carnaval, los desplazamientos para aprovechar el puente... No pasa nada, todo normal. Pero se filtra un sentir apocalíptico, de fin de mundo que nos engulle, de cifras de afectados que se agrandan, de planes que se anulan, de economía que se contagia y amenaza con nuevas crisis. La pelota se hace cada vez más grande, la vomitan todas las pantallas, todas las voces, que se funden en un solo grito de pánico, el miedo se hace libre, vamos a morir todos…
Y, sin embargo, al mismo tiempo la primavera se adelanta con fuerza y los días rompen mucho más cálidos de lo esperado. Ya están aquí las alergias, las nubes de mosquitos, la procesionaria. No ha hecho frío, no lo bastante como para echar de menos estos días radiantes. No apetece disfrutarlos, hay cierto sentido de culpa, de preocupación. No es normal tanto calor para esta época. Pero también, ¡qué delicia las tardes que se alargan, la fuerza del sol tibiando el ambiente, los paseos de tardes sin chaquetas! Algo no cuadra, pienso, mientras inconscientemente me voy haciendo al rito de lavarme las manos cada vez con mayor frecuencia. ¿Qué se llevará esta vez el virus? Además de las víctimas directas, la esperanza en que un mundo tan globalizado sea un buen destino; la fe en el sentido común del ser humano; la caridad para con otras víctimas que no están de moda. Descorro la cortina del coronavirus y quedan detrás, apelotonándose, los demás temas: el cambio climático, la crisis de los migrantes, la educación pública, la igualdad, el paro juvenil, la burbuja del alquiler, los empleos basura, la dignidad del campo… Voy a parar, me falta espacio para tanto ahogo.