Qué pereza a veces cuando los
medios de comunicación y las redes sociales entran en bucle y no se atisba el
modo de escapar. Estos días todo es coronavirus. Coronavirus en la radio, las
noticias de la tele, la prensa… coronavirus en los whatsapp, en los chistes en
cualquier formato y plataforma. Coronavirus hasta en la sopa. En teoría, los
mensajes tratan de ser tranquilizadores, pero las imágenes presentan ciudades
sin ciudadanos, partidos a puerta cerrada, mascarillas, camas de hospital… Mientras,
ha pasado el carnaval, los desplazamientos para aprovechar el puente... No pasa
nada, todo normal. Pero se filtra un sentir apocalíptico, de fin de mundo que
nos engulle, de cifras de afectados que se agrandan, de planes que se anulan,
de economía que se contagia y amenaza con nuevas crisis. La pelota se hace cada
vez más grande, la vomitan todas las pantallas, todas las voces, que se funden
en un solo grito de pánico, el miedo se hace libre, vamos a morir todos…
Y, sin embargo, al mismo tiempo
la primavera se adelanta con fuerza y los días rompen mucho más cálidos de lo
esperado. Ya están aquí las alergias, las nubes de mosquitos, la procesionaria.
No ha hecho frío, no lo bastante como para echar de menos estos días radiantes.
No apetece disfrutarlos, hay cierto sentido de culpa, de preocupación. No es
normal tanto calor para esta época. Pero también, ¡qué delicia las tardes que
se alargan, la fuerza del sol tibiando el ambiente, los paseos de tardes sin
chaquetas! Algo no cuadra, pienso, mientras inconscientemente me voy haciendo
al rito de lavarme las manos cada vez con mayor frecuencia. ¿Qué se llevará
esta vez el virus? Además de las víctimas directas, la esperanza en que un
mundo tan globalizado sea un buen destino; la fe en el sentido común del ser
humano; la caridad para con otras víctimas que no están de moda. Descorro la
cortina del coronavirus y quedan detrás, apelotonándose, los demás temas: el
cambio climático, la crisis de los migrantes, la educación pública, la
igualdad, el paro juvenil, la burbuja del alquiler, los empleos basura, la
dignidad del campo… Voy a parar, me falta espacio para tanto ahogo.
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