Las ferias, se beba o no, dejan
resaca. Puede ser cabezona o productiva, resacas espirituales que han bebido
conversaciones, risas, colores, olores, sensaciones… que están por asimilar. En
feria, uno es más expansivo, se conocen y se recuperan amigos, pero también se estrechan
lazos, se aprovecha un tiempo lejos de las carreras diarias que se invierte en gente.
Se ahonda en amistades que se van haciendo despacio, como el buen vino, con un
grado de maduración que ya lo haría más que apto para el consumo, pero que ilusiona
porque promete mucho más. También dejan perlas, como la que escuché al Selu de El Puerto entre pase y pase. Nos
explicaba lo difícil de “hacer ferias”. Ahora que cada caseta tiene música en
directo se observa que las diferencias entre los artistas son abismales. La
misma diferencia que encontraríamos entre una mala salchicha y un buen plato de
jamón. La distancia no está solo en saber cantar, está en hacerlo con dignidad
y autenticidad. El Selu nos hablaba
de lo difícil que resulta concentrarse cuando se oye música disco de la caseta
de al lado o sale un borracho a bailar sin tener ni idea, o simplemente la
gente sigue comiendo y bebiendo sin escuchar. Él, para no sentirse bufón de la
corte, busca con los ojos otros ojos que escuchen y entonces se obliga a sacar
lo mejor que tiene para ellos. Por eso no canta alegrías, por ejemplo, porque,
para hacerlo bien necesita mirar hacia dentro con una concentración y fuerza
que las ferias no permiten. Prefiere no cantar a cantar sin verdad. No se
pervierte, se vierte en cada pase. El arquitecto interpretado por G. Cooper en El manantial, con guión de la escritora
A. Rand, lo dice así: “antes de hacer algo por la gente, debes ser capaz de
hacer las cosas bien, y para hacer una cosa bien, debes amar esa cosa. Mi razón
y mi vida es el trabajo mismo, hecho a mí manera”. Es la responsabilidad y
dignidad de cualquier trabajo. Hacerlo bien es la recompensa. No traicionarnos
para no traicionar. Y esto es así sea cual sea la tarea. Cantar, enseñar, construir,
servir cafés, cocinar… Merece la pena escuchar el cante del Selu (J.L.Torres), ver la
película, leer a Any Rand y cultivar amigos. Es mi resaca.
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