sábado, 2 de enero de 2016

Sin polvo en los armarios

LAS casas de la infancia envejecen como los rostros de las fotografías. Guardan historias que pesan, se cubren con el polvo de la edad. No importa el mimo con que se haya limpiado durante años la vitrina del salón, sus muescas, su desgaste, son cicatrices de la vida que ha atravesado. Mirar cada objeto es seguir su recorrido, quién y dónde lo compró, por qué. A veces en vacaciones, en la casa familiar toca hacer limpieza, aligerar de tesoros acumulados el peso de habitaciones cerradas. Pero los tesoros, destripados los cajones que los protegían, no son nada. Contemplamos los rimeros de papel y vamos separando el oro de la paja. Cartas manuscritas de gente de una época prefacebook que ya no sabemos quiénes son; cuadernos de apuntes con dibujos en los márgenes; folletos y entradas de espectáculos que una vez nos emocionaron; ropa apolillada en la memoria que nos mira con distancia acusadora. Regalos pequeños, un lapicero, un lazo, una postal. Cintas grabadas con carátulas personalizadas que ahora no hay dónde reproducir. El libro de firmas de la primera comunión. Boletines escolares. La basura no es un lugar digno para los recuerdos, incluso aunque ya no lo sean. Mejor encender un buen fuego en la chimenea y convertirlos en cenizas, una pira purificadora a pesar de las pavesas negras que deja el papel, el rescoldo de los años. Son más difíciles de quemar o rescatar las fotos pequeñas, en blanco y negro, de quienes fueron alguien para la familia y hoy son desconocidos a los que nadie sabe nombrar. ¿Qué hacer con esos rostros que sonríen a la cámara cogidos del brazo? El fuego es la condena al olvido, pero una caja cerrada, un cajón sin nombre ni fecha es el olvido también. Las dos carpetas de recuerdos que sobreviven a la quema, llegadas a El Puerto sufrirán un segundo espulgo. Es la vida, un tragicómico sinsentido que solo puede ser vivido con la pasión de quien se cree inmortal a pesar de los avisos de los cajones cerrados. Nos duele envejecer, pero resulta/más difícil aún/comprender que se ama solamente/aquello que envejece escribe García Montero. Perdonen la tristeza, estamos estrenando año; que traiga al menos 365 nuevos días que queramos atesorar siempre.

3 comentarios:

  1. Hermosa descripción del paso del tiempo y su acumulación material en los cajones del olvido. Enhorabuena!

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  2. Hermosa descripción del paso del tiempo y su acumulación material en los cajones del olvido. Enhorabuena!

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