sábado, 30 de enero de 2016

Comprad, malditos

Me apetecía mucho hablar de la huida del Monkey Week, pero ya durante toda la semana se ha escrito extensamente sobre el tema, así que prefiero no insistir en una noticia ya confirmada que no tiene remedio a corto plazo (a largo plazo yo me lo replantearía ¿han tenido en cuenta lo especial que se hace un festival ligado a una ciudad pequeña sorteando el miedo de perderse en la vorágine de una más grande, cuando, encima, la ciudad tiene un clima y un entorno playero y gastronómico flipante, además de una infraestructura de apartamentos para alquilar y hoteles, ya montada y en temporada baja? Podría ser una pista el Sonorama en Aranda del Duero, el Benicasim, el Arena Sound... Perdón, se me ha calentado la mano).  Así que pensando en otro tema del que ocuparme, me asaltó un timbrazo impertinente. Era una compañía telefónica para hacer una oferta. Por el sonido y el acento parecía una llamada de ultramar. Para distraerme del cabreo de ser asaltada en  mi propia casa un sábado a las 4 de la tarde por tan inoportuna interrupción de mi tiempo de ocio, puse la tele un rato y conseguí interesarme en un monólogo bastante simpático y divertido de Santi Millán. Hasta que cortaron una frase sin previo aviso para la publicidad y, a la vuelta, dejaron que la frase fluyera unos diez segundos más para de nuevo interrumpirla, esta vez sí, con aviso de que sería solo por 6 minutos. Evidentemente apagué. Entonces pensé que hacer un bizcocho para la merienda era una buena manera de dejar descansar la mente. Cogí la tablet para buscar una receta y conecté la radio.  La receta la encontré, pero se volvió ilegible gracias a un anuncio de una bebida gaseosa y carbonatada que no pienso nombrar ni beber. Al mismo tiempo, en la radio una inteligente conversación versaba sobre cómo 80 personas en el mundo acumulan la misma riqueza que el 50% de la población. Parece que el indicador de la salida de la crisis es el aumento del consumo. Ahora lo entiendo, disculpen mi cabreo, el intento de obligarme a comprar a la fuerza es por mi bien. Así se puede seguir perpetuando un sistema económico que provoca unas cifras tan obscenas que encima convierten en subversivo a quien las nombra.

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