domingo, 20 de diciembre de 2015

La dictadura del titular

¿Qué le pasa al sentido común  para escasear tanto? ¿Cuándo se perdió el fiel de la balanza que equilibra nuestros actos? Estamos últimamente abocados a la desmesura y la carrera es loca, muy loca. Las redes sociales se han convertido en un escaparate sin filtro donde cualquiera puede expresar sus ideas más radicales y siempre, siempre, tienen seguidores. La mesura no está de moda, hay que ser radical y defender la opinión propia ridiculizando la contraria. Nos estamos convirtiendo en una horda de ignorantes irrespetuosos. Ya sé que no es nuevo. Antonio Machado criticaba con dureza al español que “desprecia cuanto ignora”, pero un siglo más tarde, con sistemas de comunicación de última tecnología al alcance de nuestros imprescindibles móviles, seguimos en el mismo punto. Despreciamos lo que ignoramos. Es fácil comprobarlo si nos atrevemos a decir que hemos visto algo en la 2 o hemos ido al cine a ver una película europea (si además es en versión original, eso ya es de cultureta). “¿En la 2? ¿Pero quién ve la 2?”, nos dirán entre la burla y la extrañeza. Sin embargo, las referencias a cualquier personaje de Gran hermano 16 (parece que somos el país con mayor número de ediciones de este “experimento sociológico”. Ya les digo, los españoles siempre tan extremos) serán recibidas entre carcajadas de asentimiento compartido. Y así vamos, entre la ignorancia y el desprecio, el extremismo y la extrema sensibilidad para la ofensa. Es difícil entender a quienes se ríen de las mayores paridas y, al mismo tiempo, vigilan con lupa lo “políticamente correcto”. Quizás es porque nos movemos a ritmo de tuit y ahí no caben matices.  O puede que incomode un público-electorado que profundiza. Tal vez sea falta de tiempo. Hay que hacer una pausa en nuestras hiperconectadas vidas para tener una conversación, leer un libro, ver una película completa, dar a “leer más” en un enunciado de facebook… Así que, quedémonos en los titulares, sigamos corriendo, no sea que encontremos incongruencias en los programas electorales, en los abrazos emocionados de los que no han llegado a acuerdos vinculantes en la cumbre del clima, en los anuncios sensibleros de la campaña de Navidad…

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