domingo, 20 de diciembre de 2015

Horario de invierno


Ya está, nos han  vuelto a cambiar la hora. Nos roban las deliciosas tardes otoñales. A partir de hoy, si la sobremesa se alarga, nos topamos de lleno con una claridad débil y tristona que obliga a encender la luz eléctrica y a quedarse recogido en casa. “Horario de invierno” lo llaman. Una apreciación: no es invierno. No en la Bahía de Cádiz, no en el sur del sur de España y de Europa, donde disfrutamos de unos otoños cálidos y luminosos, necesarios para pasar la resaca de los abarrotados veranos. Sabemos que nos precipitamos al invierno y está bien, pero ¿por qué adelantarlo? ¿Por qué ese afán de hacer que todo llegue antes? Yo quiero poder decidir sobre mis ritmos, seguir con mi rutina de sueño y madrugadas, acostumbrarme un poco cada día a que la tarde se vaya acortando sin sobresaltos. Aborrezco el cambio de hora porque no soy una máquina, porque busco y no me encuentro el botón de encendido y apagado para poder dormir y despertar al dictado de un reloj. Me molesta esta imposición brusca que adelanta el invierno como me molestan los anuncios adelantados de los productos navideños en otoño y los de la vuelta al cole en verano. Porque la vida pasa demasiado rápido sin tener que acelerarla, sin estos esfuerzos externos que nos marcan ritmos forzados. Me gusta el otoño, me apasiona su luz, su capacidad para reordenarme la vida, la promesa de un nuevo curso con sus sorpresas. Me ilusiona la mejora de la cartelera en los cines, las escapadas a la sierra para buscar los ocres de la otoñada, la playa casi vacía invitando a caminatas en la intimidad, lejos de las bullas del verano. Me gusta quejarme del calor de octubre, para avergonzarme luego al escuchar en la radio que el resto del país ya se está enfrentando a los cero grados. Y me gusta, sobre todo, deslizarme al invierno con un ritmo natural de días que se acortan y no con este enfado cada vez que tengo que dar la luz eléctrica en casa a media tarde y me veo despierta en la cama mucho antes de que suene el despertador.

 Lo dicho, que será defecto mío, pero que yo a mí no me funciona  el botón de on/off.

1 comentario:

  1. Hola, Belén. ¡Vaya nombre: Belén! ¡No puedo evitar sentir que me traiga los aires de esa historia tan arraigada en estas tierras sobre Jesús, la virgen y todo lo que les acompañaba!
    Espero ir leyendo tus cuadros (por cierto: las pinturas son preciosas). Hoy sólo puedo decirte que en breve las noches llegarán más tarde.

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