Me rendí y puse aire acondicionado en el salón. Lo he estado utilizando días y días. El salón como un castillo, una torre de defensa de la que salía solo lo imprescindible. El finde pasado la visita a la playa la hacía bien temprano. Paseíto, baño y de nuevo a casa. Mi atención a las macetas duraba lo que tardaba el pelo en secarse. Después, encierro a cal y canto sin asomar la nariz hasta la puesta de sol. Temí estar exagerando, pecar de novelera con el nuevo aparato que nos devolvía la vida. Pero leo ahora en este periódico que las temperaturas han sido mucho más elevadas de lo habitual, hasta 10 grados por encima de la media de otros años. Lo que a mí me parecía. Y justamente lo que nos llevó a buscar una solución después de que durante los últimos veranos se alcanzaran más veces de lo normal temperaturas altísimas.
Me he rendido, pero no estoy contenta. Poner refrigeración en casa es un parche mientras miramos hacia otro lado como en tantas otras cosas. Utilizamos tiritas estúpidas cuando deberíamos estar exigiendo que se regule en serio para frenar el cambio climático. YA.
Nadie me oye, lo sé. Así que me sigo cabreando cuando cada dos por tres leo aquí y allí consejos peregrinos para dormir porque los adultos debemos hacerlo entre 7 y 9 horas diarias. Dejen de amenazarme y meterme miedo con lo que me afectará la falta de sueño. A quienes no dormimos bien no nos sirve una vela aromática ni tomar almendras antes de irnos a la cama ni mezclar aceites esenciales ni hacer no sé cuántas respiraciones como los marines ni mover los ojos en varias direcciones y mucho menos si las noches se convierten en un hornito que alcanza casi los 30 grados. Vale. Me doy cuenta de que se me ha ido de las manos. Será el calor, que me fríe el cerebro. Pero es que me fastidia que ante cada problema salgan como hongos después de las lluvias todo tipo de gurús prometiendo lindezas. No es suficiente con los abanicos de papel plegado ni la botellita de agua. No enreden más y vamos a ocuparnos en serio de lo importante. Cúpula de calor en el continente, olas de calor marinas, trabajadores que sufren golpes de calor, noches tropicales… ¿Y ya está? ¿Nos aguantamos y ponemos otro ventilador?
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