sábado, 19 de agosto de 2023

No digas crisis

 

Amanece más tarde pero, como yo amanezco a la misma hora, tengo que entretenerme un rato para no salir a pasear sin luz. Me encanta la sensación de calles solas, sin coches, sin ruido. Saludar a los trabajadores que barren de las aceras cualquier rastro de incivilidad y de los caminos de madera de la playa la tierra y arena dejada por tantas entradas y salidas del día anterior. Me cambia el día si lo recibo frente al mar, absorbiendo la luminosidad plateada de los estrenos, respirando en profundidad la calma del comienzo, disfrutando de las carreras y los baños de Malta mientras la observo en paz con los pies metidos en el agua. Salgo con ella de la playa antes de que los rayos del sol asomen tras los monolitos de los veraneantes, antes de que los paseos solitarios de los madrugadores se conviertan en autovías de doble sentido, antes de que alguien me mire mal sin entender que los perros no van allí a ensuciar ni a atacar a los paseantes.

Las vacaciones de verano brindan oportunidades de tiempo libre para recibir; para cocinar cositas ricas y mimar a quienes queremos y saben disfrutarlas; para gozar la hora de la siesta viendo Los goonies con los sobrinos mientras compartimos unas palomitas de azúcar hechas en sartén ante su extrañeza de que no salgan de una bolsa; también para encajar en el calendario cenas en casas de amigos a salvo de la marabunta, para detenernos en un Aperol antes de la hora o para trabajar a fondo en el jardín y dejarlo todo empantanado en busca de hacerlo más sostenible.

Hace bueno, estamos bien de salud, nuestros hijos disfrutan de la vuelta a casa y la animación veraniega nos permite escapar a conciertos para gozarlos juntos. Por eso, aunque mi amiga Luisa nos ofrece quemar romero para espantar la mala suerte, no puedo creer que lo sea aunque nos invadan las hormigas, nos piquen los mosquitos, se nos estropeen los electrodomésticos, se rompa el grifo, la persiana, salga agua bajo el fregadero... Ni siquiera cuando me enfada seguir sin coche después de más de un mes de haber vuelto de viaje en taxi del seguro custodiados por la grúa. Dos veces. Dos coches. Dos grúas.

Quito crisis y escribo renovación. Esto no es mala suerte.

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