sábado, 28 de julio de 2018

Tiempo de ordenar

Excepto casos casi patológicos de apego al orden, es muy común la tendencia a acumular cosas. Yo confieso que la tengo. Sin llegar al fetichismo en que caen algunos de mis amigos, capaces de conservar un ticket de metro durante 35 años, se me amontonan alrededor papeles, libros, trastos, envoltorios… No importa el tamaño de la vivienda, las rinconeras son posibles incluso en 18 metros cuadrados. Lo comprobé hace años, cuando vivía en un estudio con cocina americana. Era difícil llevarme a final de curso los trastos que había acumulado en nueve meses. Esto me ha traído a la memoria una película emblemática, “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”, en la que el personaje de Graham (J. Spader) aseguraba que sus únicas pertenencias eran las que pudiera llevar en el coche para poder desplazarse por el mundo solo con unas llaves en el bolsillo. En la misma película, Ann (A. MacDowell) iba a su psiquiatra porque no podía tener relaciones sexuales con su marido. La descentraban problemas del mundo o la agobiaban cuestiones como qué se puede hacer con toda la basura que acumulamos los humanos. Esto que antes intuíamos y la película de Soderbergh planteaba, tiene también un nombre: ­Dan-sha-ri, una teoría que lleva años practicándose en territorio asiático. Se basa en tres principios básicos: el DAN, que supone cerrar el paso a las cosas innecesarias que tratan de entrar en nuestra vida, es decir, adquirir solo lo que de verdad sea necesario; el SHA, tirar todo aquello que es inservible y que inunda las casas, y por último el RI, convertirse en una persona despegada de las cosas, consiguiendo un entorno más relajado y por lo tanto un mejor humor. Para mí una práctica habitual del verano es ordenar, tirar a la basura, hacer hueco… y me libera, es cierto, pero recaigo continuamente en mi afición. Seguro que si busco en internet, también existe un nombre para esto, pero a mí me parece que esta manía acumulativa no es otra cosa que un apego al pasado. No somos capaces de tirar porque no somos capaces de deshacernos de la persona que fuimos. Habrá que superarlo o aceptarlo antes de que, como a Ann, nos afecte demasiado. O darle una oportunidad al Dan-sha-ri.

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