Viajar en tren es un regalo para
aquellos que no podemos entretener los viajes en coche o autobús leyendo ni
fijando la vista en una pantalla porque nos mareamos. Dejando de lado la
aureola romántica que durante un tiempo tuvo, sigue siendo un medio que se
presta a un encuentro personal y directo con uno mismo y el paisaje. Entrar a
un vagón, sentarse al lado de la ventanilla y disponer de unas cuantas horas
para uno mismo, ofrece unas posibilidades cada vez menos al alcance de la mano
en nuestro mundo de prisas. Me encanta llevar lectura, un cuaderno, y dejarme
balancear y seducir por el zumbido suave del tren que avanza. Somos bastantes
los que compartimos esta sensación placentera de disponer de un tiempo extra,
un paréntesis para dejar que las ideas vuelen con el paisaje o para
enfrascarnos en un libro durante horas, como hacíamos en los veranos eternos de
la niñez, cuando el tiempo se alargaba y aún estaba de nuestra parte, sin más
horarios ni perspectiva de inquietud que la que marcaban los momentos de la
comida. Los túneles, la orografía del terreno… se hacen cómplices y ofrecen la
coartada de la falta de cobertura permitiendo que el móvil también se adormezca
olvidado en el fondo del bolso o sea solo cómplice que aporta una banda sonora
bien escogida a estos kilómetros de desconexión. Lástima que esta idea no la
comparta todo el mundo y se padezca a veces la intromisión de un viajero sin
botón de “pause” que, incapaz de desconectar, gestiona negocios desde su móvil
o repasa su agenda yendo de una llamada vacía a otra, usando un tono de voz
elevado y molesto como si estuviera solo en la oficina o el salón de su casa.
Esta intromisión en mi tiempo regalado me choca y me molesta, pero no es de
ellos de quien quería hablar hoy. Además, ya Elvira Lindo les dedicó un
estupendo artículo, “El vagón de los raros”. Solo me apetecía reseñar la
agradable sensación de dejarse llevar olvidados de direcciones, desvíos,
caravanas… horas a salvo del apremio y la impaciencia, un regalo entre el antes
y el después del destino del viaje.
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