martes, 28 de febrero de 2017

Sin retorno

Verse obligado a abandonar la tierra en que se vive es un desgarro. Incluso en el siglo XXI,  en plena globalización, acostumbrados al ir y venir turístico, tener que dejar el lugar en el que querrías echar raíces es una ruptura violenta que produce desazón y malestar. Vivimos en una tierra de clima amable, de costumbres latinas con tendencia al hedonismo, y amamos este estilo de vida cayendo a veces incluso en el chovinismo. Y sin embargo, somos un pueblo de exilio. Hemos sufrido en muchos momentos de nuestra historia el azote del destierro. A modo de castigo bíblico, se ha sufrido la expulsión del paraíso por motivos económicos, políticos, ideológicos… Antonio Muñoz Molina en su estupenda “Sefarad” recogía algunos de estos exilios y plasmaba de una manera eficaz y literaria el dolor y la nostalgia que todos ellos deparaban. En su exilio político, Mª Teresa León se quejaba de este destino: “Estoy cansada de no saber dónde morirme. Ésa es la mayor tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos?” Porque una cosa es tener la comezón del viaje, la aspiración juvenil de descubrir y conquistar el mundo, la plenitud de sentirse libre y ligero para elegir el lugar donde establecerse y otra es la imposición de tener que hacerlo. Le podemos poner el nombre que queramos, revestidos de un orgullo nuevo que nos obliga a desmarcarnos de los exilios anteriores, pero la vergonzosa realidad es que estamos expulsando a nuestros jóvenes, universitarios, cosmopolitas, preparados… para buscarse la vida fuera de nuestras fronteras. En pocos días celebraremos el día de Andalucía, y volveremos a escuchar discursos vacíos afirmándonos en nuestra identidad orgullosa de andaluces, pero si queremos dignificar nuestra tierra, tenemos que dar oportunidad a las nuevas generaciones para que vivan en ella con dignidad. Y la dignidad ahora se llama trabajo. Lo otro, dar por bueno que nuestros licenciados estén en Londres sirviendo copas para “mejorar su inglés” no es otra cosa que un eufemismo para evitar enfrentarnos a la realidad sucia del exilio, del destierro, de la emigración… Y es que del viaje por turismo, se vuelve.

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