Verse obligado a abandonar
la tierra en que se vive es un desgarro. Incluso en el siglo XXI, en plena globalización, acostumbrados al ir y
venir turístico, tener que dejar el lugar en el que querrías echar raíces es
una ruptura violenta que produce desazón y malestar. Vivimos en una tierra de
clima amable, de costumbres latinas con tendencia al hedonismo, y amamos este
estilo de vida cayendo a veces incluso en el chovinismo. Y sin embargo, somos
un pueblo de exilio. Hemos sufrido en muchos momentos de nuestra historia el
azote del destierro. A modo de castigo bíblico, se ha sufrido la expulsión del
paraíso por motivos económicos, políticos, ideológicos… Antonio Muñoz Molina en
su estupenda “Sefarad” recogía algunos de estos exilios y plasmaba de una
manera eficaz y literaria el dolor y la nostalgia que todos ellos deparaban. En
su exilio político, Mª Teresa León se quejaba de este destino: “Estoy cansada
de no saber dónde morirme. Ésa es la mayor tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos
nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos?” Porque una
cosa es tener la comezón del viaje, la aspiración juvenil de descubrir y
conquistar el mundo, la plenitud de sentirse libre y ligero para elegir el
lugar donde establecerse y otra es la imposición de tener que hacerlo. Le
podemos poner el nombre que queramos, revestidos de un orgullo nuevo que nos
obliga a desmarcarnos de los exilios anteriores, pero la vergonzosa realidad es
que estamos expulsando a nuestros jóvenes, universitarios, cosmopolitas,
preparados… para buscarse la vida fuera de nuestras fronteras. En pocos días
celebraremos el día de Andalucía, y volveremos a escuchar discursos vacíos
afirmándonos en nuestra identidad orgullosa de andaluces, pero si queremos dignificar
nuestra tierra, tenemos que dar oportunidad a las nuevas generaciones para que
vivan en ella con dignidad. Y la dignidad ahora se llama trabajo. Lo otro, dar
por bueno que nuestros licenciados estén en Londres sirviendo copas para
“mejorar su inglés” no es otra cosa que un eufemismo para evitar enfrentarnos a
la realidad sucia del exilio, del destierro, de la emigración… Y es que del
viaje por turismo, se vuelve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario