domingo, 12 de febrero de 2017

Palabras perdidas

Una confesión: hasta la llegada de internet me daban pereza los diccionarios. Sentía cierto repelús por tener que dejar de leer lo que tuviera entre manos para buscar significados desconocidos que más o menos podía sacar por el contexto. Me resultaba lento y torpe el rastreo. Sin embargo, mi tío Paco, una de las personas más cultas que he conocido nunca, a pesar de haber tenido que dejar de estudiar cuando era niño, podía pasar horas y horas buceando en un diccionario o una enciclopedia. Saltaba de una entrada a otra absorto en una búsqueda personal que le permitía ir completando su minucioso mapa de conocimiento. Ese saber, esa posibilidad de salir de la ignorancia, está ahora con internet tan al alcance que cuesta creer que  la mayoría de los estudiantes no lo utilicen como herramienta en lugar de ver en la red solo un enorme almacén de vídeos chorra o sitio para esa horrible cosa que se llama “matar el tiempo” (Lorca dixit).  Desde que tengo el diccionario de la RAE a golpe de click, me estoy haciendo adicta. Me fascina su inmediatez y me hipnotiza su precisión. A menudo busco palabras que ya conozco solo por el placer de leer la exactitud de la definición. Es un enganche que me hace ir de una entrada a otra recuperando términos que tenía olvidados. Hace poco me costaba explicar a un  grupo de adolescentes qué quería decir Valle-Inclán cuando se quejaba de “tener que escribir manso y pacato para no asustar a las niñas del abono”. No entendían manso ni pacato, y yo, en mi afán por explicar cada término, caía en una retahíla de palabras que se iban encadenando y que cada vez sonaban más demodés. Me venían a la boca mojigato, ñoño, escrupuloso, apocado, pusilánime… hasta que paré para que la distancia no se convirtiera en abismo, porque nada de aquello les sonaba. Por supuesto que, más tarde, las busqué en la RAE para comprobar que me había explicado bien. Allí estaban todas, desnudándose en sus significados y asociadas a otros. Me reencontré con timorato, gazmoñería, meapilas… Después me surgió la duda ¿se han perdido las palabras o solo el interés por matizar? Porque estulticia, necios, mansos, encogidos, rancios y pérfidos sigue habiendo ¿no? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario