Una confesión: hasta la llegada
de internet me daban pereza los diccionarios. Sentía cierto repelús por tener
que dejar de leer lo que tuviera entre manos para buscar significados
desconocidos que más o menos podía sacar por el contexto. Me resultaba lento y
torpe el rastreo. Sin embargo, mi tío Paco, una de las personas más cultas que
he conocido nunca, a pesar de haber tenido que dejar de estudiar cuando era
niño, podía pasar horas y horas buceando en un diccionario o una enciclopedia.
Saltaba de una entrada a otra absorto en una búsqueda personal que le permitía
ir completando su minucioso mapa de conocimiento. Ese saber, esa posibilidad de
salir de la ignorancia, está ahora con internet tan al alcance que cuesta creer
que la mayoría de los estudiantes no lo utilicen
como herramienta en lugar de ver en la red solo un enorme almacén de vídeos
chorra o sitio para esa horrible cosa que
se llama “matar el tiempo” (Lorca dixit).
Desde que tengo el diccionario de la RAE a golpe de click, me estoy
haciendo adicta. Me fascina su inmediatez y me hipnotiza su precisión. A menudo
busco palabras que ya conozco solo por el placer de leer la exactitud de la
definición. Es un enganche que me hace ir de una entrada a otra recuperando
términos que tenía olvidados. Hace poco me costaba explicar a un grupo de adolescentes qué quería decir
Valle-Inclán cuando se quejaba de “tener que escribir manso y pacato para no asustar a las niñas del abono”. No entendían
manso ni pacato, y yo, en mi afán por explicar cada término, caía en una
retahíla de palabras que se iban encadenando y que cada vez sonaban más demodés. Me venían a la boca mojigato, ñoño, escrupuloso, apocado, pusilánime…
hasta que paré para que la distancia no se convirtiera en abismo, porque
nada de aquello les sonaba. Por supuesto que, más tarde, las busqué en la RAE
para comprobar que me había explicado bien. Allí estaban todas, desnudándose en
sus significados y asociadas a otros. Me reencontré con timorato, gazmoñería, meapilas…
Después me surgió la duda ¿se han perdido las palabras o solo el interés por
matizar? Porque estulticia, necios,
mansos, encogidos, rancios y pérfidos
sigue habiendo ¿no?
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