No sé si es deformación
profesional, pero tengo tendencia a fijar palabras y momentos con imágenes, a
veces incluso con colores. Ahora por ejemplo, noticiarios y periódicos vomitan
“Rebajas” y “cuesta de enero” y yo veo la palabra Rebajas en negrita con un
marco rojo e imagino la cuesta de enero como la pendiente nevada de una montaña
que hay que subir. No es una cuestión de balance económico tratando de
equilibrar el exceso de gasto de las vacaciones con la posible apetencia de
gastar en Rebajas, es más bien una actitud, a veces helada, a la hora de
reincorporarse a las tareas diarias en un año nuevo. Yo confieso que me
incorporo activa, que no me espanta el día a día, pero observo, incluso en los
más jóvenes, cierta apatía, cierta laxitud a la hora de arrancar con ganas. Por
eso me sorprende el afán de otros países por utilizar este período para hacer
propósitos de Año Nuevo. Probablemente tiene que ver con el clima. Aquí somos
más de asociar los proyectos con el fin de los largos veranos, cuando sabemos
que hay que replegarse y buscar
actividades de interior para los escasos meses en que nos falte la luz. En
cualquier caso, ya estamos en 2017, comprobando en pocos días cómo las
expectativas para el año nuevo, ya no se van a cumplir. Seguimos conociendo
noticias desalentadoras de atentados crueles y absurdos, de crímenes machistas,
de colas inhumanas a muchos grados bajo cero para conseguir un poco de comida
caliente; de inmigrantes que intentan
entrar en el codiciado primer mundo
incrustados junto al motor de una furgoneta, en el interior de una maleta…; de
declaraciones y actitudes del que será presidente de uno de los países más
poderosos del planeta que parecerían una broma si no fuera asunto demasiado
serio lo que está en juego… Y es verdad que dan ganas de desinflarse, de abrir
paso a un aire de derrota y desasosiego provocado por tanta crueldad, tanto sinsentido,
tanta distribución desigual de la riqueza, tanto arrinconamiento de la cultura…
¿Laxitud? Es poco. El año arranca con miedo, harán falta piolet y arnés para la
escalada que nos espera. Queda el único recurso de construirnos una red de
cotidianidad con los detalles menudos, por si resbalamos.
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