martes, 19 de julio de 2016

¿Otra orgía perpetua?



Probablemente uno de los inconvenientes que acarrea la edad es el escepticismo. Llega un momento en que por muchos esfuerzos que se hagan para retener la juventud, no solo se pierde la lozanía en la piel, sino también en la cabeza. Hay una manera de no entender el entorno que es lo que inevitablemente nos hace viejos. A casi todos. Algunos pocos elegidos, como José Luis Sampedro,  consiguieron mantener un pensamiento inasequible al desaliento hasta el final, pero no es lo usual. Llega un día en que una noticia en el periódico o las redes, un rechazo a salir de noche a un concierto, una noche de insomnio… marcan la verdadera edad, la que no se maquilla. Esta última sensación de estar alejándome de la capacidad de entusiasmo me ha ocurrido estos días. Leo que el afán por capturar un Pokemon en Central Park desata la locura y necesito contrastar la noticia esperando que sea otro fake a los que estamos cada vez más acostumbrados. Esta vez no, hay vídeos que lo corroboran. Cientos de personas, Smartphone en mano, aparecen en Central Park dispuestos a conseguir su Pokemon. Llegan a pie, corriendo, se bajan de coches que apenas han tenido tiempo para aparcar, salen de ellos arrastrados,  poseídos por una idea. ¿Tal vez los Pokemon se acaban? ¿tiene más puntos el que llega antes? Me asombra tanto, me encuentro tan lejos de ese pensamiento, que intento buscarle una explicación. Se me ocurre que no tiene por qué ser censurable, quizás es solo divertido, quizás estos niños grandes tienen la suerte de seguir siéndolo, quizás no es una estupidez sino una ventaja, la de tener aún la posibilidad de creer en algo e ir a buscarlo, aunque sea un Pokemon. O tal vez es una huida, la de la realidad. Puede que estemos tratando de sustituir lo que nos asusta y agobia, por lo que siempre, como niños, nos ha distraído, el juego. Entonces no importa que sea virtual, que sea un negocio, que los seguidores parezcan abducidos o borregos, que contraste tan evidentemente con unos días de dolor en que las noticias solo pueden hablar de atentados terribles, golpes de estado abortados con víctimas mortales… Sería una balsa, una tabla de salvación, la búsqueda inevitable de una creencia que nos salve. O tal vez es solo vivir de espaldas para sobrevivir, para no  perecer ahogados en la desesperación de la vida carente de sentido.  En ese caso no es nuevo, se ha hecho siempre aunque adoptando diferentes caras. Es la religión, el cine, la literatura. Es Flaubert actualizado ("La única forma de soportar la existencia es aturdirse en la literatura como en una orgía perpetua”). Lo sorprendente es que haya desbordado a los propios creadores y haya hecho que se disparen las acciones de Nintendo, que se colapsen los servidores del juego.  ¿Eso quiere decir que no somos tan previsibles después de todo? ¿o lo somos tanto que ni siquiera los catalizadores de nuestro comportamiento se veían capaces de sospecharlo? En cualquier caso solo siento perplejidad y distanciamiento y podría ser una cuestión de edad, es cierto, pero me resulta preocupante comprobar cómo el ser humano es capaz de moverse tanto por tan poco y tan poco por tanto. Algo va mal cuando nos lanzamos de lleno al consumo masivo de lo fútil y nos olvidamos de lo esencialmente humano. Tengo que darle la razón a Emil Ciroran, “No cabe duda de que la vida carece de sentido, pero mientras eres joven no tiene la menor importancia”. ¡Bravo por la despreocupación infantil que nos podemos permitir en esta parte del mundo, pero ojo cuando pretendemos seguir viviendo en ella! Lo normal es que la burbuja se pinche.
19/07/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario