Mi última heroína tiene tres
años. Se llama Gabriela y es mi sobrina. Es preciosa, lista y encantadora como
solo se puede ser con tres años. Solo sabe ser feliz y disfrutar de la vida,
adora hablar y que le hablen. Por eso quiere que le cuentes historias o las
cuenta ella. Si las cuentas tú, te escucha con ojos muy atentos, serios, con un
brillo de luz que demuestra el interés con que te sigue. Y en cuanto dices la
última palabra, las historias tienen que volver a empezar porque, con una
sonrisa zalamera, en cuanto tú acabas ella dice: “¿me la cuentas otra vez?”. Si
las cuenta ella hay que pararla, porque no tienen argumento ni fin, mezcla a modo
de collage retazos de cuentos que ya
se sabe y que ensarta con cosas que le han pasado o le pueden pasar, hace un
batiburrillo que solo tiene por finalidad demostrar que ella también puede
contar en una especie de encantador “horror vacui”, para no callarse nunca,
para asegurarse de lo que sabe, para fijar la norma del lenguaje. Por eso dice
“Y tú ¿qué hacibas cuando eras
pequeña?”, “¿y entonces venió?”. Si
no tuviera tres años y alguien le siguiera los pasos, podría crear un
movimiento artístico de vanguardia y correrían ríos de tinta tratando de
explicar la unión de todos esos conceptos que ella enlaza de modo tan
natural. Yo casi siempre me invento las historias
sobre la marcha y le meto un toque gamberro, para reírnos y sacarla del mundo
rosa al que están abocadas las niñas si se las deja en manos de la tele y la
publicidad. También las invento para no aburrirnos con los cuentos clásicos
(para no aburrirme yo, ella nunca, porque para un niño la originalidad no es un
valor, ellos prefieren la repetición, la seguridad de que las historias sigan
siendo siempre las mismas). No duda, es tremendamente segura en lo que quiere y
lo que le gusta. Y es intuitiva porque mira al fondo sin que la distraigan
amaneramientos aprendidos. Comunica
desde dentro, sin imposturas. Nos quiere sin resquicios y no sufre con las
despedidas porque aún no ha aprendido a temer las ausencias. Y es feliz,
abierta e impúdicamente feliz. Yo quiero ser como Gabriela.
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