Hace poco Florentino Pérez hizo unas sorprendentes declaraciones acerca
de que los jóvenes de entre 16 y 20 años ya no se interesan por el
fútbol porque se aburren. Carlos Cantó, experto en patrocinio deportivo,
dice que “no ven un partido completo, pero ni de fútbol, ni de tenis,
ni de nada. La capacidad de atención ha menguado; prefieren ver retos,
resúmenes, 'highlights', entrevistas y los mejores goles". Cierto que la
preocupación de Florentino y la mía no van en el mismo sentido, él mira
por el negocio y yo por la educación, pero compartimos un temor: las
generaciones más jóvenes, criadas con un móvil en la mano y
acostumbradas al ritmo de los videojuegos y el minuto de TikTok, tienen
problemas para concentrarse. Si añadimos que el estar aislados de la
familia con una pantalla en la mano hace que cada vez hablen menos con
los adultos, que no lean con ellos ni vean juntos un programa de
televisión que luego podrían comentar, la conclusión es bastante obvia:
no solo pierden capacidad de concentración, sino que cada vez manejan
menos vocabulario. No me refiero a términos cultos, sino a términos
hasta ahora usuales que no han oído ni leído porque no se han cruzado en
su camino. Es la pescadilla que se muerde la cola: no leen porque ni se
concentran ni entienden lo que leen y, por tanto, cada vez lo hacen
menos porque les aburre. Y la consecuencia es terrible, no es que no
entiendan una novela o un poema, es que no entienden el enunciado de una
actividad.
Los niños son esponjas, lo que se aprende en la niñez permanece, pero si los dejamos a solas con una pantalla, no los ayudamos en su proceso educativo. No me refiero solo a los valores, que también, sino a la transmisión oral de la cultura, a la adquisición del idioma. Recordemos que, al llegar a la juventud, deberían poder reconocer unas 25.000 palabras. ¿Cómo esperamos que adquieran ese vocabulario?
Lógicamente, no estoy en contra de los dispositivos, sino del uso y abuso en edades en que se debería prestar más atención al intercambio oral y personal. Si no atendemos a lo que está pasando, me temo que toda una generación adolecerá de déficit de atención y de problemas de expresión oral y escrita.
Los niños son esponjas, lo que se aprende en la niñez permanece, pero si los dejamos a solas con una pantalla, no los ayudamos en su proceso educativo. No me refiero solo a los valores, que también, sino a la transmisión oral de la cultura, a la adquisición del idioma. Recordemos que, al llegar a la juventud, deberían poder reconocer unas 25.000 palabras. ¿Cómo esperamos que adquieran ese vocabulario?
Lógicamente, no estoy en contra de los dispositivos, sino del uso y abuso en edades en que se debería prestar más atención al intercambio oral y personal. Si no atendemos a lo que está pasando, me temo que toda una generación adolecerá de déficit de atención y de problemas de expresión oral y escrita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario