sábado, 8 de agosto de 2020

Cuando nadie nos ve

Cuando nadie nos ve, no solo lloramos por “aquellas pequeñas cosas” que cantaba Serrat. Cuando nadie nos ve queremos creer que las reglas de conducta no tienen validez y se puede hacer libremente lo que nos venga en gana. Supongo que somos más nosotros mismos que nunca. Sin público, no hay actuación. Es eso o mala educación. Pero yo vivo en lo que antes se llamaba “un barrio bien”, lo que según la RAE vendría a ser “de posición social y económica elevada”, así que no puede ser falta de educación, que por estos lares se la supone de serie. El caso es que salgo a dar una vuelta con el perro y no veo que se sigan precisamente las “reglas de cortesía y urbanidad” (¿urbanidad? Hasta la palabra suena pasada de moda).

Parece que cuando nadie nos ve, no hay que recoger las cacas del perro. Es por eso que se acumulan en las aceras y zonas ajardinadas y convierten el paseo en un circuito inmundo. Gana la carrera quien consiga volver a casa con su mascota a salvo los dos de haber pisado los excrementos meticulosamente dispersos. 

Cuando nadie nos ve, sacamos la basura a la hora que nos viene bien, no a la que marca el Ayuntamiento, lo que contribuye inevitablemente a que en los días de calor el aire cercano a los contenedores se sienta espeso aún a través de la mascarilla, y no nos molestamos en seleccionar los residuos. 

Cuando nadie nos ve, dejamos junto a los cubos de basura lo que nos sobra en casa: cajas, ropa vieja, sillas rotas, broza del jardín… Por mucho que todos conozcamos que existe un punto limpio al que llevar las cosas y un servicio gratuito de recogida de trastos. 

O puede que no sea la falta de educación, sino el exceso de prepotencia la que explique la facilidad con la que los propios residentes se saltan con demasiada frecuencia las señales de stop, pasean tranquilamente con su perro sobre el carril bici o se paran con el coche en mitad de la calle para hablar con un conocido. 

Cada verano sale en las redes una campaña para reclamar que se permita llevar a los perros a las playas. Viendo el estado en que queda la zona de paseo frente a mi casa, me parece que a quien no deberían dar permiso por falta de civismo es a los dueños.

 

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