Cuando escribí mi última columna
para este periódico, me desahogué por la retirada de la grúa y el pago de 200 €
que me parecían abusivos. No pensaba volver sobre el asunto. Me limité a
agradecer el apoyo de los que simpatizaron con nosotros y me resigné a pagar
los otros 200 € de multa de la denuncia que no se podían pagar in situ. El
proceso ha sido absurdo e irritante, así que no tengo más remedio que volver
sobre el tema. El boletín de denuncia daba dos opciones: acudir a “cualquier
banco, Caja de ahorros o Rural de entidades que tengan oficina en Sevilla (si
se desea pagar en otro municipio podrá hacerlo en sucursales de dichas
entidades)” o bien “con carta de pago expedida por cualquier oficina de
Atención al contribuyente de la Agencia tributaria de Sevilla”. Como no vivimos
en Sevilla optamos por pagar en una sucursal bancaria. Empezamos el intento en
Bankinter, nuestra entidad. Imposible, es un modelo B3 y ellos solo pueden
tramitar el B1 o B2. Nos aconsejan probar en un banco “grande”, Santander o la
Caixa. Al pasar por el BBVA camino de un banco grande, lo intentamos de nuevo. Cola
para acceder a ventanilla donde nos dicen que vayamos al cajero, allí únicamente
atienden pagos determinados días del mes. El cajero no reconoce el código de barras.
Vuelta a ventanilla para escuchar que no hay nada que hacer. Nos vamos al
Santander. Se repite la historia. Cajero, ventanilla. Nada. Hacienda queda
cerca, entramos por si fuera posible generar la carta de pago para la opción b.
Nos atienden amablemente pero concluyen que es imposible porque la Agencia
tributaria (como decía el boletín de denuncia) debe ser la de Sevilla. Cada vez
más irritados, vamos a la Caixa. Preguntamos a un empleado que vemos libre. Lo
intenta. Concluye que no se puede. Tal vez en caja. Guardamos cola, contenemos
la respiración y conseguimos que se reconozca el código. Estoy atónita, no sé
si esta situación kafkiana forma parte del castigo por los 15 minutos que nos
pasamos de la hora de aparcamiento o solo se trata de cómo la administración se
desentiende de los problemas que afectan al ciudadano. No solo es abusivo el
montante, también lo es el uso de nuestro tiempo y paciencia.
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