Se conoce como el lado oscuro de
la Luna a la mitad que no vemos. De este modo hacemos como un niño pequeño que,
temiendo un peligro, se tapa la cara como si al no ver, tampoco pudiera ser
visto. Es la historia de la humanidad, que tiende a moverse ante certezas. Lo
que no se ve, no existe. Por eso olvidamos el dolor ajeno, el sufrimiento, la
soledad. Lo tapamos y desaparece. Los modos de información están cambiando, se
están dejando de comprar periódicos impresos, no se ven las noticias en las
principales cadenas televisivas o de radio. Ahora la información está en las redes, se construye
personalizada y nunca fue tan parcial. Ya no es solo el peligro de la brevedad
del titular o tuit, sino de vivir inmersos en un mundo pequeño, una burbuja a
la que solo nos llegan referencias similares a las nuestras. Leemos y sabemos apenas
de lo que nos interesa, puesto que solo leemos y sabemos a partir de lo que
publican y comparten nuestros amigos y seguidores. Así, vivimos alimentando
nuestras creencias e ideologías y obviando la diferencia cuando no
eliminándola. Es el lado oscuro de la Luna, lo imaginamos en sombra como
imaginamos sombras y temores en el
pensamiento del otro. Parcelamos e inventamos la realidad a nuestro antojo. Pero creerse en posesión de
la verdad solo conduce a la intolerancia. Si uno solo se entera de lo que lo
reafirma, acabará convencido de llevar razón, puesto que todo su entorno se
volverá uniforme. La misma música, las mismas noticias, las mismas preocupaciones… Cualquier atisbo de
pensamiento diferente hará saltar la alarma. No hay más que mirar las redes. Lo
vemos a diario. Qué razón tenía Einstein al afirmar que “hay dos cosas
infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”.
Nunca antes estuvimos tan conectados al mundo y, sin embargo, nunca fue tan
fácil desconectar, desinformarse, borrar lo que no interesa. Eliminando la
diversidad, eliminamos también la capacidad empática de sentir y sufrir por
otro. Ahora sabemos que no hay ninguna sección de la Luna que no reciba luz
solar. Falta descubrir cómo aquí podemos encontrar luz al otro lado. Mientras,
sigamos acusándonos. “Antidemócrata, tú”
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