No me gustan demasiado los Días De. No me siento cómoda con las
etiquetas. Supongo que tengo un problema con la aceptación de pertenencia a un
grupo, porque no celebro ni el reciente Día de la madre, ni el del padre, ni
San Valentín, ni los aniversarios. Ni primer mes, ni primer año, ni lustro ni ná. Por cierto, me he enterado de que en
esto de la celebración de los aniversarios de boda hay todo un escalafón, cada
uno con su nombre: Bodas de Papel al
cabo de un año, de Madera a los 5, Lata, Cristal, Porcelana, Plata, Perla… y así hasta las de Rubí, Zafiro, Oro, Esmeralda, Diamantes, Platino,
Titanio, Roble y Hueso. Parece una
carrera ciclista llena de metas volantes. Ignoro el mérito que se atribuye a
cada una de ellas, pero no deja de ser curiosa la gradación. Siempre hay gente
dispuesta a clasificarnos la vida y en la vida. Pero me incomoda eso de “las madres sois…”, “a las mujeres os gusta…”, “los andaluces preferís…”,
“las casadas…”, “los profesores…”, “los Tauro…”, “los madridistas…” Me niego a
asumir las características de grupo, lo siento, soy más orteguiana, más del tipo
“yo soy yo y mi circunstancia”, “la vida es lo individual”. Aunque mucho me
temo que ni Ortega ni yo estamos de moda. La verdad es que se me escapa si la
causa de tanto afán clasificatorio es la necesidad de celebrar o de nombrar. Después
de todo, ya nos dijeron que “En el principio era el Verbo”. Y ahí seguimos,
dando nombre a lo innombrable para reafirmarlo, cayendo en una fiebre de
afición taxonómica. Se clasifican las siestas (del carnero, del perro, del
abuelo, de “pijama, padrenuestro y orinal”…) los besos (francés, seco,
hollywoodense, cazador, yo te sigo…).
Se establecen absurdos rankings
deportivos contando el número de partidos, goles o canastas… El otro día en la
radio entrevistaron a un señor que había empezado a anotar y clasificar los
nombres y apellidos del mundo que contienen todas las vocales. Llevaba años y
cuadernos apuntando, como si fuese un personaje mítico salido de García Márquez
o Jorge L. Borges. ¡Qué raros somos! ¡Y yo aquí, sin etiqueta! Pues eso, que
soy una esaboría. (Pero gracias a los
que me habéis felicitado por madre, por mujer, por trabajadora).
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