Veo en Instagram que un señor de 90 años se acaba
de graduar en Bellas
Artes en la Universidad
de Barcelona. La motivación que lo impulsó la explica en un vídeo:
con 82 años se compró una caja de pinturas, se puso a pintar y se
hizo un lío muy grande, así que, dice con toda naturalidad, se
matriculó en la facultad para que le enseñaran. Lo más fácil y
agradable reconoce que han sido sus compañeros de clase, siempre
dispuestos a ayudar. Una de ellos, jovencísima, reconoce que tenerlo
al lado le ha aportado tranquilidad, referentes, una opinión
razonada sobre lo que se traían entre manos. Miguel Ángel Gallo es
doctor ingeniero industrial, profesor
Emérito en la Universidad de Navarra y en la escuela de dirección
IESE y tiene cargo
en varios consejos de administración. Da
gusto oírlo hablar. Lo hace desde la normalidad, con un saber estar
contagioso y envidiable.
Encuentro tantas cosas estimulantes en esta noticia que me ha alegrado el día. Vivimos en una sociedad en la que reina el edadismo. Los mayores molestan; la palabra “viejo” se usa como insulto; la juventud se exalta hasta límites absurdos; la publicidad bombardea nuestras cuentas con recetas milagrosas para ocultar las señales de la edad ofreciendo productos contra las arrugas, las canas, la flacidez…
Por otra parte la cultura parece haber pasado de moda. Constato cada día que esa culturilla general a la que se aspiraba hasta hace no mucho y que no tenía nada que ver con títulos sino con la curiosidad y el respeto por el conocimiento está desapareciendo. Pintores, escritores, músicos… han dejado de ser referentes comunes; se rinde culto a la ignorancia, se presume de no saber nada; surgen “pseudopolíticos”que utilizan las plataformas de internet para aprovechar este desconocimiento en su favor y construir así discursos basados justamente en la desinformación, el odio, la apología de la violencia, los bulos…
. En un ambiente así, el afán por aprender más allá del título universitario, el reconocimiento de la riqueza que aporta el encuentro intergeneracional, la ovación de los jóvenes que compartían acto de graduación con este señor resultan tan inspiradores que le han cambiado el color al día. Gracias.
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