domingo, 4 de septiembre de 2022

Amaneceres

 

Una de las ventajas de madrugar, incluso en verano, es que si te despiertas antes del amanecer y sales al jardín o la terraza cuando aún es de noche, sorprendes el mundo en una quietud de estreno previa al nuevo día. Aún no se han camuflado las estrellas, las bandadas de pájaros no han levantado el vuelo, no hay tráfico en las calles y en los alrededores solo se intuye una tenue luz blanca en la cocina de algún vecino.
 

El silencio, rotundo, se alía con el contraluz para que los edificios, las palmeras, los pinos, adopten una actitud de reposo. Parecería que todo se ha parado, que descubres un tiempo que no es de nadie, que no hay que rellenar con nada. Movimientos sutiles, de puertas cerradas para no molestar. En breve el entorno despertará y los por hacer que impidieron conciliar el sueño de nuevo reclamarán la atención. Por ahora, calmados, no existen. Es la hora de la tregua, de la promesa, de la paz.

Un café en la mano abre el mundo. Se puede posponer el encendido de la radio o la tele, la pantalla del móvil, y respirar la quietud como si el mundo hubiera olvidado sus rencillas. Dejar fuera un poco más el ruido mediático.

La madrugada de final de agosto trae los ecos del verano que por ahora solo acaba para los que tienen que irse. “Que los mejores momentos sean los que están por llegar, que no se agote la fe y que la suerte nos venga a buscar” cantaba Shinova en uno de los conciertos que han llenado las vacaciones; “Si quedan causas perdidas, queda una oportunidad. Y eso no está mal”, porque después de todo, como seguirán cantando en otros puertos y otras plazas Santero y los muchachos “estamos bien, mejor que bien, muy, muy bien. Solamente una vez y eso es ahora, que los días se nos van, las verdades se quedarán.” Y la guitarra flamenca de Santiago Moreno atraviesa y enlaza las noches bellísimas; matiza y puntea los cantes, pone alma, como en la soleá de Ezequiel Benítez, “una flor dura un suspiro y un hombre llora ante Dios, no hay persona en este mundo que no tenga algún dolor”. Después de todo siempre fue el tiempo, la duda, lo efímero, el ansia de eternidad.

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