“Que se cumplan todos tus deseos”, dice una maldición china
que me viene a la mente ahora que el frío invernal y las lluvias se han
presentado por fin con las maletas llenas. Pierdo la cordura que me había
llevado a desear este tiempo para dar por cumplido el ciclo de las estaciones,
para echar de menos el sol y el calor y así, luego, poder disfrutar con más
ganas del contraste...
Me equivoqué. Me equivoqué porque me olvidé de la sensación
de humedad fría en las sábanas, de la humedad fría a la vuelta de la escalera, de
la humedad fría en cada esquina. Me olvidé también de los catarros y las
gripes; de las capas y capas de ropa que no protegen del escalofrío ni mucho
menos de los virus. Del dolor de cabeza y articulaciones. De la fiebre que
convierte las noches en pesadillas surrealistas. Del malestar de mocos, toses y
afonías en la “postenfermedad”. De los saludos a amigos y familiares demacrados
que se esconden bajo bufandas extemporáneas; del “vade retro” ante las toses
contaminantes que convierten al otro en enemigo. No es tiempo de abrazos ahora
que los noticiarios recuerdan las mínimas precauciones para no contaminarse. ¡Qué
frío enero! ¡Qué inhóspito! Pero también ¡qué cura de humildad! Viene el año
nuevo cargado de proyectos y buenas intenciones y una estúpida gripe nos pone
en nuestro sitio. No somos nadie. Queda todo aparcado mientras tomo algo para
el dolor de cabeza y me escondo bajo estratos de inútiles camisetas. Se acaba
la racionalidad y la medicina y lo pruebo todo: la cebolla cortada sobre la
mesilla de noche, el zumo de naranja, la infusión de jengibre con limón, el
propóleo… Qué feos y frágiles somos todos con la cara abotargada, los ojos
rojos, el pañuelo en la mano, el gesto tenso antes del estornudo… Aquí lo dejo,
creo que aún puedo librarme, me han dicho que se puede hacer un jarabe de ajo
casero que va genial para las defensas. Además de afectar al aliento ¿será
compatible con la sobredosis de vitamina C?
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