Tengo una amiga con la que
comparto lecturas, conversaciones, amores, pérdidas y temores. En esta
inquietud, somos consumidoras más que ocasionales de charlas, exposiciones,
publicaciones interesantes que compartimos en una suerte de comunión
intelectual a la que nos arrojamos buscando estímulos para seguir leyendo,
compartiendo, transmitiendo en nuestras clases. El último hilo del que tirar
surgió de un encuentro en la universidad de Cádiz con A. Muñoz Molina. Lo
entrevistaba su mujer, Elvira Lindo. Son dos de los escritores a los que más fielmente
sigo porque me entusiasma en ellos su trabajo, su sentido común, su empeño en
no perder el contacto con la gente de a pie, muy alejados ambos del
endiosamiento en el que otros muchos caen y, de un modo entrañable, me gusta de
ellos su capacidad para reírse de sí mismos sin tomarse demasiado en serio.
Como suele ocurrir, allí nos encontramos con más amigos cómplices de lecturas y
conversaciones, con lo que, antes de empezar el encuentro, la tarde ya ha
merecido la pena. Y da fruto. La charla, distendida, de trasfondo literario y
social, suelta algunos cabos. A la salida, una tarde de luz plateada y azul entre dos levantes, nos ayuda a fijar y
saborear las perlas recién extraídas. De entre ellas, la cita recurrente en
Antonio de su tocayo Gramsci: frente al “pesimismo de la razón, el optimismo de
la voluntad”, tomado a su vez de R. Rolland. Por mucho que parezca que todo va
mal, que la política, la macroeconomía, la justicia mundial dejan mucho que
desear, la acción concreta puede ayudar a salir de la pasividad, del
escepticismo hacia el porvenir. De una manera intuitiva lo he sabido siempre,
un individuo no puede cambiar el mundo, pero su trabajo individual puede ayudar
aunque sea minúsculamente a mejorar su entorno. Por eso la práctica diaria de
la enseñanza, en la que creo profundamente, me equilibra y me hace feliz. Adoro
esta profesión que me permite hablar con jóvenes y adolescentes, pensar que los
ayudo, leer y comentar textos, ponerme a prueba cada día… Acabo con Gramsci:
“Tomen la educación y la cultura y el resto se dará por añadidura”. Otro hilo,
otra madeja.
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