sábado, 8 de abril de 2017

Eclosión

Que sepa el frío que por ahora ha perdido la batalla. Cuéntale que aunque amague con volver, esta temporada ya nadie lo tomará en serio. Que se entere de que el viento puede soplar, pueden bajar las temperaturas, volver los cielos grises y llover, pero este invierno, como las golondrinas de Bécquer, no volverá. No, porque ha roto la primavera, ha estallado la luz. Hemos probado en nuestras pieles el abrazo del sol de abril, hemos olido el verano, lo hemos atisbado en estos días, saboreadas las tardes inacabables, perezosas. Abiertos los armarios, nos hemos echado a la calle. Tomados los parques, playas, terrazas, campo… Hasta la cuneta más fea, los solares más abandonados, se hacen nobles estos días salpicados de flores multicolores y verde intenso. “Eres tan cursi, hija, que no hay por donde cogerte”, recriminaba Gloria Fuertes a la primavera. No somos indiferentes al verde reciente, incitante incluso en las ortigas, las acariciarías, tan vivo es su color. Nos hemos instalado en la primavera. Y sabemos, lo hemos vivido ya, que esta templanza no es definitiva, pero no hay vuelta atrás. A partir de ahora, esta luz radiante estará presente o agazapada, pero se desbordará, ingobernable, en cuanto las nubes se descuiden. Nos hacemos naturaleza al sentir el ciclo de la vida en nuestras ganas de calle, al notar que estamos vivos, que huele distinto, que sentimos distinto. Nos permitimos soñar, revivir infancias, retomar anhelos. Estos días… Es una primera sensación zalamera (“La primavera besaba/ suavemente la arboleda…” escribía Machado) y engañosa. Es un espejismo. Una amante esquiva. Un estallido de vida que dura apenas unos días, luego se va, o nos acostumbramos. Y quedará la luz, el color, pero ya no sabremos verlo ni apreciarlo de la misma forma. Porque los humanos no entendemos de regodeo primaveral. Nos cansamos o exigimos más. Nos quejaremos de las alergias, del calor excesivo o insuficiente, algo habrá. “Con la primavera/ viene una ansiedad/ de pájaro preso/ que quiere volar”, advertía José Martí. “Primavera loca de soles y de trinos”, decía Gabriela Mistral. Pasará, pero por ahora con N. Guillén “¡De qué callada manera se me adentra usted sonriendo…!”

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