Un tomate no está más rico por
ser redondo y brillante. Un tomate tiene que ser sabroso y estar en su punto de
madurez. O sea, que la belleza está en su interior. Porque lo importante de un
tomate no es que prometa sabor, sino que lo tenga. Por supuesto que se agradece
ver un puesto de fruta y verdura lleno de color, con los productos
estudiadamente colocados, pero si luego ni la verdura ni la fruta saben a lo
que tienen que saber, es un fraude y estamos haciendo el tonto. Quiero decir
que me parece que nos estamos dejando obsesionar por el aspecto, pero que,
aunque la estética esté bien y ayude a la atracción del producto, sea este un
tomate o una persona, si debajo de la piel no hay nada, si solo hay cáscara y
peladura, la comida no nos va a salir bien. La imposición de los modelos
estéticos es tirana y, en muchas ocasiones,
absurda y contra natura. Y es verdad que la frase “para presumir hay que
sufrir” no se ha inventado ahora y suena a otra época, pero en realidad está
más en boga que nunca. No es normal que las mujeres estén tragando con la moda
de los tacones vertiginosos con los que no se puede andar y los hombres (sobre
todo los muy jóvenes) con el degradado
en los cortes de pelo que hay que retocar casi cada semana, dejando en la
peluquería un dinero que no se tiene. Tampoco es normal que el único modelo a
imitar sea el de un cuerpo joven y sonriente cuando todos estamos subidos sin
remedio a la cinta transportadora del tiempo a la que nadie puede parar. ¿El
hombre ha conseguido ganar años de vida y, al mismo tiempo, hace un
aborrecimiento social de todo lo que no
está lozano y estirado? Si uno ve la televisión, mira anuncios publicitarios y
echa una ojeada a las revistas, no hay vida deseable después de los cuarenta.
Sobre todo para las mujeres, sencillamente se vuelven invisibles, no hay piedad
ni excepciones. El modelo de perfección al que se aspira es engañoso, está hueco. Y conste que soy defensora de la
forma. Instintivamente le doy importancia a la estética y me siento atraída por
la belleza, pero el radicalismo siempre es malo. El virus de frivolidad
adolescente nos amenaza. ¡Con la que está cayendo! ¡Y con lo rica que está la
fruta madura!
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