Hace unos días mi hermana me
mandó por whatsapp un archivo de voz
que no sabía que tenía. Había dejado el móvil en una tienda para que le
arreglaran no sé qué cosa y le volcaron toda la información que contenía en un pendrive. Le llamó la atención una
carpeta que decía “grabaciones de voz” y al abrirla se encontró con una
conversación de ella misma con nuestro padre, recientemente fallecido. La
grabación la hizo aparentemente el teléfono por su cuenta y llegó a nosotros
por casualidad, pero al abrirla nos encontramos con la voz de mi padre, la de
hace dos veranos, fresca, clara, alegre después de un viaje para celebrar con
mi otra hermana su veinticinco aniversario de boda. Y era mucho más él que
nuestro recuerdo, que cualquier foto o vídeo.
¡Qué extraña es la vida! Intentamos retenerla
con fotos y vídeos casi siempre de celebraciones y actos especiales para tratar
de que no la arrastre el olvido, pero solo conseguimos un álbum falso que salta
de hito en hito, de fiesta en fiesta, de acontecimiento en acontecimiento, como
si eso fuera vivir, cuando lo cierto es que la mayor parte del tiempo la
pasamos en rutinas, pequeñas acciones, charlas sobre problemas nimios o
inabarcables, planes, dudas sobre qué vamos a comer hoy o qué has hecho en el
cole. Yo es lo que más echo de menos. Me gustaría poder recordar el día a día
de mi niñez, de mi adolescencia, de cuando mis hijos eran pequeños, los
momentos que no graban una foto o un vídeo, las comidas y cenas alrededor de la
mesa contando las minucias, el acontecer diario. Me gustaría tener acceso a los
pequeños gestos, aquí un beso, allí un achuchón, una risa inesperada, un
enfado, todos los abrazos. Qué regalo que de pronto, en medio de este olvidar
lo que de veras nos fue haciendo quienes somos, aparezca la voz de mi padre mostrando
en cada giro, en cada modulación del tono, en cada risa, una de esas rendijas de
cotidianeidad cargadas de sentimiento y amor diario por las que se nos ha ido
colando la vida. Parecería una escena sacada de una peli futurista, pero por
una vez y por azar, escucharlo ha sido recuperar
un momento destinado al olvido y su voz nos ha confortado tanto como uno de sus
abrazos.
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