sábado, 10 de junio de 2023

Sin bronca


 Hay quien a las 8 de la mañana ya sale de casa cabreado. Es cierto que encontrarse con ciertas situaciones desde primera hora sienta mal, pero ir provocando bronca como forma de vida resulta de lo más desagradable para el resto.

Estoy de acuerdo en que, por ejemplo, pasar por delante de un instituto a la hora de entrada puede ser exasperante: pasos de cebra cruzados por adolescentes medio dormidos que ralentizan su avance porque o van charlando entre ellos o llevan la vista fija en la pantalla del móvil o tienen que demostrar cierta chulería propia de la edad. Algunos avanzan en solitario guiados por el piloto automático que les llevará hasta el aula sin necesidad de alterar la mirada ni abrir la boca. En los coches, padres y madres con prisa que, por una regla desconocida pero de obligado cumplimiento, dejan su preciada carga en la puerta de entrada, jamás unos metros más atrás cuando ya estábamos todos parados en caravana.

Todo esto lo entiendo, pero se produce a veces una lucha curiosa de egos o de demostración de poder que podría dejar de ser divertida. De un lado la desfachatez del coche grande que quiere atravesar el cruce sí o sí hasta dejar a su prole en la puerta y que gana espacio sacando el morro más de lo que debería, casi cerrando el paso de los que suben y ya han sorteado el paso de cebra; del otro lado el atrevimiento del coche precario cargado de obreros camino del trabajo, envueltos en una guerra que ahora no es la suya, que avanza haciendo caso omiso a la chulería del otro en una clara demostración de “mi coche es más chungo, pero yo tengo la preferencia y tú eres un abusón”. Esta mañana hubo suerte y el grande reculó a tiempo antes de que se besaran los dos.

A mí tanta prepotencia por parte de unos y otros me espanta. Me gusta que haya cierta cortesía entre conductores; que en la barra de un bar atiendan al que le toca y aguarda su turno educadamente antes que al que se impone a gritos; que entre los padres y madres del instituto y el profesorado haya una comunicación basada en el diálogo y la confianza; que se pueda preguntar sin ofender; que se admita el error y la sugerencia…

En definitiva, menos crispación y más educación.

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