La japonesa sigue a un trabajador de los retretes públicos de Tokio, un señor que ejerce su tarea diaria no solo con profesionalidad sino con satisfacción. Solitario, culto, sensible. Alguien que dignifica su oficio solo por el hecho de volcarse en él y ejercerlo con una perfección cercana al absurdo. Una película de silencios, de detalles, que provoca en el espectador un sentimiento de respeto y casi envidia hacia su protagonista por el placer que extrae de lo pequeño, por haber construido su vida a su manera aunque, intuimos, ha necesitado huir y alejarse del dolor. Solo alguien que ha conseguido conocerse a sí mismo tanto como para saber en qué reside su estabilidad es capaz de construirse una vida tan a la medida.
La española, basada en hechos reales, cuenta una historia colectiva pero apoyada en unos personajes que enamoran por su verdad. Comienza cercana al documental y acaba siendo casi épica. De nuevo unos caracteres heroicos que enfrentan su destino desde la dignidad y que con ello nos emocionan. Una película necesaria para acercarnos a nuestro pasado reciente y recordarnos de dónde venimos.
En estos tiempos de intolerancia, de incomprensión, hay tantos motivos para ver estas pelis y reconocernos en ellas...